La Ciudad de México vive a través del tiempo. Sin embargo, como una recreación constante de sí misma, siempre quedan los vestigios de una ciudad que se rehúsa a derrotarse ante el inevitable paso de los años.

El pasado vive en el presente. O, al menos, así parece ser en el libro de fotografía La ciudad que ya no existe (Planeta) por Carlos Villasana. Faltando no de una ironía elegante en el título, a través de las páginas se hace un recorrido, sí, de algo que ya pasó, que cesó de existir, pero que en su misma representación sigue vigente.

Dentro de esta misma vigencia, por tanto, decidimos además de adentrar en el libro de Villasana, con un recorrido fotográfico de los sitios icónicos que se capturaron y como se vieron hoy en día. Todo, por parte del fotógrafo Irving Cabello.

Canal de la Viga. Cortesía.

Canal de la Viga. Foto: Irving Cabello.

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Una ciudad que existe inmaterialmente

De alguna manera, al repasar en las páginas del libro a los niños charros fumadores, coches de los 50 con juventudes gritando goya o las inagotables caras que puede tener la Torre Latinoamericana, se genera una nostalgia única en su estilo: la extrañeza de echar de menos lo que muchos no vieron ni vivieron. De esta manera, al menos, entiende el nexo generacional Carlos Villasana:

“Por todos lados tenemos este pasado histórico tan rico y fabuloso que no hay manera que no nos afecte en todo lo que tenemos. Está en todos lados: películas, lugares, etc. Somos un producto de todo nuestro pasado. Vas al Centro Histórico y no sabes ni a dónde ver. Por eso es La ciudad que ya no existe, porque va transformándose todo el tiempo. Y esta es una excusa para difundir de nuevo estas imágenes de fotógrafos que nunca conocimos y descubrieron la ciudad de su propia y única manera”.

La ciudad que ya no existe se siente como el meticuloso trabajo de un relojero por reconstruir las piezas de lo que somos y lo que alguna vez fuimos. Hay sentido, orden incluso en ocasiones, pero la realidad nunca es tan organizada y en el caos se encuentra la belleza. Razón por la que las imágenes no atienden un orden cronológico, sino emocional, como señala Carlos:

Te comento que inicialmente lo habíamos dividido por temática: transportes, porfiriato, etc. Había muchas maneras, pero lo que intentamos hacer realmente es que fuera como un álbum familiar. Un tipo de miscelánea fotográfica que funciona mejor que solo por secciones ya curadas. Ningún álbum familiar funcionaba así. Vimos también que muchos criterios era poner todas las imágenes en sepia o blanco y negro, pero igualmente, decidimos dejarlo en el color original todo. Te enseña la antigüedad misma de la foto.

Cortesía.

Foto: Irving Cabello.

Cortesía.

Foto: Irving Cabello.

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Una nostalgia citadina

De esta manera, también, se abre una conversación con la identidad propia del chilango. Del animal de concreto que habita y transita las calles de la ciudad como siempre lo ha hecho. Una substancia que une, sin importar el origen, la realidad que conecta los cuerpos en conflicto de nuestra ciudad. Una alegría y orgullo, en muchos casos, pero también una profunda melancolía inexplicable que transita como sombra las calles por donde crecimos o nos venimos a apropiar.

Hay imágenes que no me tocó vivir, pero en sí son completamente tristes y melancólicas. Por ejemplo, hay imágenes de los trenes. En especial una de la estación de tren que está una señora con sus dos hijos y el rostro de la mujer está totalmente descompuesto. Se nota que algo le acaba de suceder, algo fuerte. Por el rostro se nota que todo se acaba de colapsar; podría ser el final de una película italiana. Habla de muchas cosas muy profundas y significativas.

Esa tal vez despedida o posible fin de una etapa en la vida de la señora que describe Villasana, nos conecta con el presente de manera que el pasado emocional sigue vigente. En nuestras propias calles y sentidos, dentro de la médula de lo que somos. Al igual que una foto desgarradora en el libro, un mal augurio, de ver al Ángel de la Independencia caído después de un terremoto en los años 50.

Cortesía.

Foto: Irving Cabello.

La ciudad de todos

Un proyecto personal, como bien apuntó Carlos que así inició la recopilación de las fotos (desde su niñez), que habla intergeneracionalmente porque La ciudad que ya no existe, en efecto, ya no está. Pero se encuentra escondida, durmiendo, para aquéllos que se atreven a dejar de ver su ciudad y empezarla a observar como el ser vivo que nunca ha dejado de ser. Habla del pasado, entendiendo en gran medida el presente o, incluso, el porvenir.

Es impresionante pensar que todo esto no sucedió hace tanto tiempo. Las cosas tienen el mismo nombre, incluso: el canal de La Viga, se llama igual a cuando era un canal de agua pero ahora es de asfalto. Una manera de entender el presente es entendiendo lo que perdimos.

¿A dónde va la ciudad? Es la excusa para hacer este libro. Recopilar lo que hemos sido y también cuestionarlo.

Cortesía.

GIF: Irving Cabello.

La ciudad que ya no existe es un libro publicado por editorial Planeta a partir de la compilación de Carlos Villasana, bajo la curación de María José Cortés. Puedes conseguirlo en el sitio de editorial Planeta.