A principios del mes de abril, Chloe Aridjis fue reconocida con el Premio PEN/FAULKNER de Ficción 2020 por Monstruos marinos, su tercera novela, la cual, ambientada en el México de los 80, cuenta la historia de Luisa, una mujer de 17 años que, tras descubrir un sentimiento que ella considera como amor, decide escaparse a Zipolite junto a un muchacho al que apenas conoce y quien le ha prometido ayudarla a encontrar a un grupo de enanos ucranianos que, según las noticias, escaparon del circo con el que daban funciones en Veracruz. Pero en lo que aparentemente suena como una trama desbocada y llena de acción, se esconde también un emotivo recuerdo de una Ciudad de México que ya no existe, y de anécdotas sobre ella —el origen del nombre de la colonia Roma, por ejemplo, o el trágico paso de William Burroughs por la capital—, además de tratarse de un viaje de autodescubrimiento en el que la protagonista se verá obligada a madurar.
Leí que a los 16 años te escapaste a Zipolite, como la protagonista de Monstruos marinos, y que tu papá tuvo que ir a buscarte. ¿Cuándo fue que decidiste retomar este suceso para hacer una novela? ¿Cómo fue el proceso de escritura?
Siempre supe que iba a escribir sobre este episodio de mi adolescencia. La pregunta era cuándo, y cómo. Mis primeras dos novelas están situadas en ciudades europeas donde he vivido y estuve esperando el momento para volver a México a través de la escritura. Por fin, ese momento llegó. La novela luego pasó por muchos borradores. Pasé varios años buscando la forma ideal, y una estructura que podía captar cierto tipo de movimiento mental, un ir y venir, que también se registra en el diálogo entre la urbe y el mar.
¿Cuánto hay de ti en Luisa, la protagonista de Monstruos marinos?
Quise crear un personaje que podía cargar mi historia, y también habitar la ciudad de una manera parecida a la cual yo la viví de adolescente. Yo era más tímida que Luisa, y mucho menos resuelta. Tomé el episodio verídico de mi fuga a la playa y construí varias historias a su alrededor, inventando personajes y cambiando muchos de los detalles. En la vida real mi hermana Eva me acompañaba a la escuela y al Nueve y a la Quiñonera y a todos los otros lugares que se mencionan, menos a la playa. En la novela Luisa es hija única, y su experiencia es quizás aún más intensa porque no la comparte con nadie.
Tengo entendido que vives desde hace tiempo en Inglaterra, ¿es correcto? ¿Cómo se ve la Ciudad de México —de hoy y la de los 80— desde lejos? ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de escribir sobre ella a la distancia?
La ciudad ha cambiado bastante desde los años que viví allí, particularmente barrios como la Zona Rosa. Tomé fotos y apuntes cada vez que volvía, pero me di cuenta que demasiado había cambiado y que corría el peligro de dibujar encima de mis memorias, entonces decidí apoyarme más en mis propios recuerdos y en los de mi hermana, que tiene una memoria prodigiosa, y también en los diarios que guardé en esa época. La ventaja de escribir a distancia es que te puedes soltar aún más en tu imaginación y también darte cuenta de los detalles que más destacan en tus recuerdos (por ejemplo, el grito del tamalero, y los personajes en El Nueve). La desventaja es, claro, no tener la misma inmediatez con respeto a tus alrededores. Pero como ya no es el México de antes, aun estando allí no te acerca a una geografía que ya no existe. El pasado es como un naufragio: hasta cierto punto se puede destapar, pero quedarán muchos elementos inescrutables.
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El mar (y el agua, en general) aparece como un personaje muy importante en la historia. ¿Por qué lo elegiste?
El mar tiene un poder inmenso, tanto creativo como destructivo. Lo elegí porque Zipolite es a donde me escapé, y quise explorar la sensación de encontrarse en un paisaje que te incomoda. Los poetas franceses del siglo XIX escribieron mucho sobre el mar y como sirve como el vector literario del libro, encajó con mi propia experiencia. También me inspiró el poema de Xavier Villaurrutia “Nocturno mar amargo” y, claro, La Tempestad, de Shakespeare, que fue justamente un modelo al escribir mi novela sobre el desencanto.
Tu novela está llena de anécdotas y datos curiosos. ¿Qué es lo que más te interesa del arte (o, particularmente, de la literatura) como herramienta para resguardar la memoria colectiva?
Me interesan los detalles de la vida cotidiana que muchas veces se pasan por alto, y los personajes marginales que pueblan nuestras ciudades sin ser percibidos. Me interesa un tipo de crónica urbana de trasfondo, donde el narrador se fija en detalles a su alrededor que las demás personas casi no registran. Estos detalles y estas figuras también forman parte del panorama, y de la memoria colectiva, e intento darles más definición e importancia.
Una de las ideas principales presentes en Monstruos marinos es la búsqueda y el cambio constante. La protagonista parece tener la necesidad de huir para encontrarse o para ver las cosas desde una perspectiva distinta. ¿Crees que el distanciarse es la única vía para cambiar nuestra forma de ver las cosas o para apreciar y extrañar lo que tenemos?
Quise escribir una novela de transformación en la cual una de las metáforas principales era la del caracol, o concha de mar, un movimiento en espiral hacia adentro y afuera, un distanciamiento y un acercamiento dependiendo de los impulsos que misteriosamente nos jalan. Y me interesa la tensión de la orilla, esa línea inestable que día y noche va cambiando sus parámetros.
Otro de los temas que toca la novela es la necesidad que tenemos de sentirnos amados y de que el amor y el desencanto son un par indisoluble. ¿Crees que siempre es así?
El desencanto ha sido el tema que más he trabajado en mi obra, tanto la académica como en mi ficción, ese encuentro entre el mundo de la fantasía y la realidad exterior, a veces es un verdadero choque, o en otros casos, un enfrentamiento sutil. Sin desencanto no hay cambio.
Valeria Luiselli, Fernanda Melchor y tú son tres de las voces mexicanas que mejor están representando la literatura nacional actualmente en todo el mundo. ¿A qué atribuyes este interés por parte de los lectores de todo el planeta en las historias hechas por mexicanos?
Creo que hay mayor interés en la voz de mujeres en la literatura, y en la mirada de la mujer como testigo del mundo exterior y como cronista de un mundo interior. También se puede atribuir, me imagino, a ciertos temas que se manejan en nuestras obras, y el interés en estos temas en el extranjero.
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¿Qué significa para ti haber obtenido el Premio PEN/Faulkner?
Ha sido una verdadera sorpresa y honor, y no me lo esperaba en lo mínimo. Es aún más extraño recibir una noticia tan buena en medio de una crisis mundial para la humanidad. Nada se siente real.
¿Para qué dirías que sirven los premios literarios?
La mayoría de los escritores llevamos una vida bastante tranquila y de bajo perfil (menos los que se la pasan en los festivales literarios y en las redes sociales). Escribes y escribes, apartada del mundo, en cierta soledad y en tu santuario mental. Un premio sirve de recuerdo de que formas parte de una comunidad que a veces se siente abstracta, y que toda esa soledad haya quizás servido de algo.
¿Ha cambiado en algo tu forma de trabajar desde que lo obtuviste?
Es demasiado temprano para saber cómo me ha cambiado, pero desde que lo recibí he trabajado aún con más enfoque e inspiración en la nueva novela.