En década y media de trabajo, el tapatío Bernardo Esquinca se ha consolidado como uno de los mejores escritores de terror de toda Latinoamérica. Sus historias, una mezcla de experiencias y miedos personales, oscuras pesadillas y homenaje a sus influencias, han conseguido ganarse a una serie de fieles lectores que esperan siempre con ansias sus libros.
Su primer volumen de relatos, Los niños de paja, fue editado por Almadía en 2008. Ese libro fue el inicio de una trilogía, que incluye también Demonia, de 2012, y Mar negro, de 2014. Al mismo tiempo, trabajó en una saga de novelas protagonizadas por el periodista Casasola, compuesta por La octava plaga, Toda la sangre, Carne de ataúd e Inframundo, y que, al parecer, incluirá más títulos.
Ahora, tras seis años sin publicar un libro de cuentos, Esquinca regresa con El libro de los dioses, un volumen compuesto por 13 historias y que, según el mismo autor, representa su apuesta más grande por el género.
“Es un libro que me llevó unos seis años hacerlo. Yo generalmente escribo más rápido. Incluso, las novelas me llevan uno o dos años. Pero este volumen tomó más tiempo. Sí tenía claro que quería que fuera mi apuesta más contundente por el cuento. Que fuera el libro de este género más extenso que hubiese hecho hasta el momento. Y no tenía prisa, entonces es un libro que trabajé y solté en periodos. Y se fue cocinando a fuego muy lento”, explica en entrevista.
Los propósitos detrás de este nuevo volumen de cuentos, cuenta Esquinca, eran varios: “En primer lugar, en medio de esta entronización absurda de la novela, de las editoriales más comerciales, en donde, al parecer, la novela es lo único que importa y todo mundo escribe una, hasta quienes no son escritores, algo que me parece absurdo, se ha ido dejando de lado al cuento. Y para mí era importante hacer esta apuesta por el relato. Otro propósito es que no fueran cuentos por encargo. Porque es mucho lo que sucede en el medio; nos van pidiendo cuentos para revistas o suplementos y de pronto ya hay un libro. Estos 13 cuentos los hice porque se me dio la gana y punto. Y también quería que tuviera mucha solidez en el sentido de que estuviera atravesado todo por una misma idea, la de los dioses antiguos y su permanencia en la escéptica actualidad urbana”.
Dividida en dos partes (Las formas de los dioses y Las manos de los dioses), hay toda una intención detrás de la estructura del volumen. “Los relatos de la primera parte pertenecen todos a una misma etapa, poco antes de que naciera mi hija y después; y en la segunda etapa ya fueron saliendo más aislados. Sin embargo, hay un relato muy anterior, “El mar de árboles”, que escribí cuando estaba trabajando en El mar negro. Pudo haber estado en ese libro, pero por alguna razón lo dejé fuera y cuando empecé a armar El libro de los dioses me pareció que podía entrar. Para mí, el libro debía cerrar con ‘La hora meridiana de Pan’, que no había escrito. De hecho, yo entregué el libro a mis editores sin haber escrito este relato. Se los conté, pero no estaba seguro de que fuera el momento de trabajarlo. Y ellos me dijeron que sí lo hiciera, porque eso iba a cerrar mucho mejor el volumen, y creo que fue un gran consejo”, señala.
Explorador del lado oscuro y lector profundo de autores como J. G. Ballard, Stephen King, Cormac McCarthy, Chuck Palahniuk, Alan Moore y Alex Garland, Esquinca presenta en este volumen una obsesión nueva: Thomas Ligotti. “La presencia de Ligotti es muy importante a lo largo del libro, además de que es citado ampliamente. Sobre todo, hay un relato que sí es muy ligottiano, que es ‘La hora del mago’. Lo conocí como creo que la mayoría de sus lectores en México y en gran parte del mundo, por la serie True Detective”, dice.
Pero eso no es todo, ya que también demuestra su admiración hacia el trabajo de Richard Matheson, “a quien también estaba leyendo justo cuando escribí la primera parte, y hay dos cuentos que hacen claramente homenaje a él (“El método de escritura” y “15-11-29”). También menciono a Lovecraft, a Arthur Machen, a Poe. Es un libro que está dialogando y haciendo referencia a todas estas influencias que fueron claves en el libro. Mariana Enríquez, Mónica Ojeda. Para mí era importante dejar este mapa de mis influencias”.
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El libro me hizo pensar en American Gods, de Neil Gaiman, con estos dioses luchando por su lugar o sus seguidores. ¿Crees que entre la mayoría de la población actualmente hay una falta de espiritualidad y de creencia en algo superior?
Sin duda, creo que vivimos tiempos muy escépticos. Por un lado, hay religiones y fieles que se han radicalizado; y las religiones también se han atomizado, por eso esta proliferación de las sectas, algunas bastantes fanáticas. Pero por otro lado cada vez hay más gente que no cree. Gente que ha perdido la fe. Y ambos me parecen fenómenos igual de interesantes, tanto el fanatismo como el ateísmo.
Sí creo que vivimos tiempos en que la gente se está alejando de la espiritualidad, y en muchos sentidos, no solo de manera religiosa. Son tiempos bastante frívolos, creo. Y justamente parte del motivo del libro es eso, que los dioses antiguos dicen: “No nos hemos ido y no te conviene olvidarnos, porque hay consecuencias”. Y también es una reflexión sobre el significado de la divinidad. Yo creo que es un espejo del humano, y, como se dice en “Lilitu”, los humanos no pueden existir sin los dioses, de la misma manera que los dioses carecen de propósito sin los humanos.
Una cosa que me sorprendió es que, en gran parte de tu obra, la Ciudad de México es, incluso, un personaje, y en este libro casi no aparece.
Sí, como bien dices es muy notorio cómo en este libro desaparece la Ciudad de México. Salvo un relato, que es “El señor Ligotti”, ambientado en la colonia Juárez, en la calle de Berlín, donde está ese edificio que me inspiró el cuento.
Aquí sentí que quería hacer algo distinto y narrar desde un no lugar. Los cuentos pueden ocurrir en cualquier ciudad, e incluso los nombres de los personajes son raros o poco comunes, porque quería contribuir a esta idea del no lugar con la intención de descolocar al lector y volver los relatos más weird, más extraños, al no tener un lugar con el que te puedes identificar. Así lo sentí, así lo quise hacer. Por eso, justo cuando estaba trabajando este libro, sentí que lo que había antes era una trilogía, porque sí corresponde a una etapa muy clara de narrar el Centro Histórico o la Ciudad de México desde una perspectiva sobrenatural, y acá yo estaba entrando en otra etapa.
El libro de los dioses se enmarca en una etapa distinta en la que la Ciudad de México no es el motivo principal, y eso tiene que ver con una idea de no repetirme y explorar otras cosas. Para lo que será el próximo libro hay de todo: cuentos que sí ocurren en la CDMX, uno que ocurre en Guadalajara, mi ciudad natal, y otros que no ocurren en ningún lado. Después de haber hecho la trilogía de cuentos de terror tan ubicada en la Ciudad de México, necesitaba desintoxicarme, desconectarme de eso y renovar mi imaginario.
El tema de los sueños y las pesadillas está muy presente, desde la dedicatoria a tu hija. Y, en primer lugar, quería preguntarte si tienes una pesadilla recurrente, y también quería saber qué es lo que más te interesa de ese mundo onírico.
No suelo tener muchas pesadillas, afortunadamente. Más que pesadillas, tengo un par de sueños recurrentes y angustiantes. Uno es muy ñoño y el otro es más siniestro. En uno vuelvo a la escuela y tengo que presentar un examen para el que no me preparé, y estoy muy angustiado porque no sé nada y siento que voy a reprobar. Y otro tiene que ver con tsunamis. Estoy en una playa y de pronto viene una ola gigante, y generalmente no veo el desenlace de eso.
Respecto al tema onírico, es importante a lo largo de mi obra. En la saga Casasola, el protagonista sueña todo el tiempo con periodistas muertos y le dan claves. Y en mis cuentos en general, en mis libros, aparece esta idea recurrente de los sueños porque es algo que intriga. Por más que hay estudios, el mundo onírico no deja de ser misterioso. Es como otra vida paralela que tenemos mientras dormimos, en la que experimentamos otras cosas.
También intento usarlos dosificadamente, porque me parece que uno puede abusar de eso. En las películas es un recurso que me choca un poco, sobre todo en las de terror, que, cuando están matando al protagonista, despierta. Creo que es un recurso interesante, pero hay que saberlo utilizar. Yo intento usarlo en momentos en que puede aportar algo a la trama o enrarecerla, pero sí siento que hay un riesgo en este tema onírico en el que puede convertirse en un recurso chapucero. En algún momento de la saga Casasola se dice que el mundo de los sueños solo existe para recordarnos que la vida real es igualmente incomprensible, entonces creo que por eso me obsesiona y estoy indagando en eso.