Retomando un concepto de Octavio Paz, Teresa del Conde bautizó como La Ruptura a un grupo de jóvenes artistas de la generación 50-60, que incluye a Rufino Tamayo, Mathias Goeritz, José Luis Cuevas, Vicente Rojo, Juan Soriano, Pedro y Rafael Coronel, Lilia Carrillo, Alberto Gironella y Francisco Toledo. Entre ellos, Manuel Felguérez también se opuso a aquella lapidaria frase de David Alfaro Siqueiros: “No hay más ruta que la nuestra”.
El zacatecano demostró que sí había muchos otros caminos y que era necesario romper de una vez con el establishment de la Escuela Mexicana, cuyas figuras principales (Rivera, Clemente Orozco y el propio Alfaro Siqueiros) dominaban el panorama del arte público, de las galerías, de los museos y de las escuelas, con un apabullante apoyo gubernamental y unas intenciones nacionalistas más políticas que artísticas.
“Yo decidí que quería dedicarme al arte en octubre de 1947, mientras estaba sentado en un barco en el Támesis, en Inglaterra. Acababa de ver unas exposiciones fantásticas y había decidido que eso iba a ser lo mío. Luego entré a la Academia San Carlos y duré 2 meses porque en ese tiempo lo único que me enseñaron a hacer fue a dibujar un jarrito con lápiz y me pareció que así nunca iba a aprender”, recuerda Felguérez desde su casa estudio en San Ángel.
El artista narra con claridad los detalles de su trayectoria, de las relaciones con sus amigos y de la vida artística del país durante la segunda mitad del siglo pasado. Y lo hace con sorprendente sencillez. Dice –con la modestia de quien nunca ha dejado de trabajar y renovarse– que quizá uno de sus más grandes méritos haya sido vivir tantos años: “Yo creo que de la trayectoria de cualquier artista, la mitad es talento y la otra mitad es suerte”.
Asumido como un hijo de su tiempo, Felguérez reconoce que el arte que viene será absolutamente diferente a lo que hasta ahora hemos presenciado: “Yo ya soy un clásico, soy alguien del pasado y así me considero: un pintor del siglo XX, un sobreviviente de casualidad. Ahora es el turno de los jóvenes. No por serlo, sino porque la época que han vivido es otra y lo que produzcan vendrá de ahí. Si alguien trata de hacer algo como lo que hicimos nosotros, está perdido”.
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El artista sabe que el tiempo es implacable y afirma estar absolutamente consciente de ello: “Tengo 91 años y sé que ya es hora de morirse. No puedes pensar que vas a durar 150 años. Y digo ‘chin,a lo mejor llegó a los 95’, pero ya queda muy poco. Entonces el tiempo se vuelve una obsesión; perder el tiempo es perder lo poco que te queda de vida. Trabajar o inventar o hacer o crear nunca será tiempo perdido”, concluye.
Manuel Felguérez Barra nació en Hacienda de San Agustín del Vergel, Valparaíso, Zacatecas, en 1928. Ha expuesto en el Museo del Palacio de Bellas Artes, Museo de Arte Moderno y Museo Tamayo. Su obra pública puede encontrarse en el Museo Nacional de Antropología e Historia y en diversos recintos a lo largo del país. En 1998 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes y en 2016, la Medalla Bellas Artes del INBA. En su honor y con acervo donado por el mismo artista se fundó en Zacatecas, hace 21 años, el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez. Y a partir del 7 de diciembre y hasta mayo del 2020, se presenta en el MUAC, Trayectorias, exposición que despliega tres momentos creativos de su producción: los murales de desecho, La máquina estética y su más reciente obra.
Cuándo: 7 de diciembre de 2019 hasta mayo del 2020.
Cuánto: jue-sáb: $40, mié y dom: $20.
Dónde: Insurgentes 3000, C.U., Coyoacán, CDMX.