Chilango

Antonio Castro y La voz humana

Especial

Ha dirigido desde teatro comercial, como Misery con Itatí Cantoral, hasta teatro universitario, como  Don Giovanni o el disoluto absuelto de José Saramago. Ahora se ha embarcado con Karina Gidi en un proyecto muy ambicioso que discurre sobre el amor y cómo sobrevivirlo en tiempos tecnológicamente extraodinarios: La voz humana de Jean Cocteau, que se presenta de jueves a domingo en el Teatro Orientación del Centro Cultural del Bosque.

¿Cómo llegaste a La voz humana? ¿En qué momento decidiste que podría ser tu siguiente proyecto?

Fue a invitación del productor Claudio Sodi, que me habló y me dijo que quería hacer este monólogo con Karina Gidi, una actriz con la que yo nunca había trabajado. Entonces me pareció muy interesante poder trabajar este material con Karina, que es una actriz que tiene un resorte emocional fantástico.

 

Por Karina, sabemos que el texto original pasó por una adaptación que tú realizaste mientras ensayaban. Cuéntanos tu versión de los hechos.

Éste es un texto que Cocteau escribió para una mujer de los años 30 del siglo XX. A mí me pareció interesante adaptar la obra a nuestra época para preguntarnos sobre esta mujer, esta amante de hace 80 años: ¿Cómo sería hoy? Eso es algo que Karina y yo discutimos muchísimo y fuimos reinventando el personaje.

En la versión original, el desamor es una ola que ahoga el personaje; en la nuestra, queremos que en medio de esta tempestad, el personaje logre llegar a alguna playa menos inclemente que las penas del desamor.

 

Un elemento muy importante, casi otro personaje, era el teléfono en el texto de Cocteau. En tu propuesta, ha sido sustituido por un smart phone. ¿Encontraste el paralelismo exacto entre ellos?

En los 30, el teléfono era un invento relativamente nuevo, que cambió los códigos de comunicación emocional.

Cuando comencé a analizar la obra, me pregunté: ¿Y esto tiene resonancia en nuestra época o no? Y llegué a la conclusión de que el smartphone era lo más parecido al fenómeno del teléfono en el siglo pasado.

Todo lo que implica Whatsapp, Facebook, Twitter o el iPhone, me dio mucho material para hablar de cómo la tecnología se apropia de nuestra vida emocional y como en muchos casos, estos artefactos de comunicación tecnológicamente extraordinarios, pueden crear confusiones igualmente extraordinarias y desencuentros emocionales extraordinarios.


Es que parece que estos aparatos y social media tendrían que acercarnos más, aunque más bien parece que están trastornando nuestras relaciones.

Esa es la paradoja justamente. Son instrumentos que aparentemente te comunican y que aparentemente son muy eficaces, pero también generan rupturas e incomunicación. Ahora las relaciones terminan con un mensaje de texto. Es un panorama devastador.

 

Cocteau mismo plantea una escenografía para su monólogo, ¿cuál fue tu propuesta para esta adaptación?

La escenógrafa Ingrid Sac y yo planteamos un universo que aprisonara al personaje, un mundo monocromático y uniforme del que ella tiene que escapar.

 

¿Lo que le propones a la actriz en escena es muy duro, doloroso, es casi un exorcismo contra el desamor?

Ese es el reto que me interesa. La dificultad es muy clara: la actriz está muy expuesta, no hay espacio para que diga mentiras. Por otro lado, me parece muy hermoso que podamos hacer este recorrido emocional tan vibrante y que el público esté ahí tan pegadito, tan cercano.