Diego Rivera no sólo era amante de Frida Kahlo y la pintura, tenía otros grandes amores que le llenaban el alma y que pocos conocen: la arquitectura y el coleccionismo, y de ahí proviene uno de sus grandes sueños que alcanzó a ver materializado todavía antes de que el Príncipe Cáncer —como dijera Jaime Sabines— se lo llevara. Después, Diego Rivera convertiría estas pasiones en el más bello regalo.
«No puedo morirme a gusto sin haber construido un edificio destinado a lo que mayor placer me ha dado siempre: la plástica prehispánica de México».
Diego Rivera.
Un coleccionista desde niño
Diego, a los ocho años, ya tenía la fascinación de coleccionar objetos prehispánicos que con sus domingos compraba en las chácharas. Sí, Diego Rivera, el gran Diego iba a los tianguis cercanos a su casa a dar el rol y con 5 o 10 pesos compraba lo que para muchos era inservible, pero para él, a su corta edad con esos ojos de artista eran invaluables y decidió conservar.
Al pasar los años, Diego desarrolló sus habilidades de arqueólogo e iba a las zonas arqueológicas de México a excavar, actividad que para ese entonces todavía no era prohibida. Así, el Sapo-rana, como él mismo se apodó, coleccionó más de 60 mil objetos prehispánicos, mismo que alberga el Museo Anahuacalli de Coyoacán.
Diego tenía clara una idea: construir un edificio en donde los mexicanos pudieran ver todo lo que un día fueron y así concibe el Museo Anahuacalli, un templo para el arte como una obra arquitectónica y una Ciudad de las Artes, un lugar en donde se une el pasado, presente y futuro. Un regalo que Diego dejó para los mexicanos.
El Anahuacalli, construido de 1942 a 1957 en los pedregales de Coyoacán es un lugar inaudito que debes visitar y aquí te damos algunas razones:
El regalo de Diego Rivera a los chilangos: El Museo Anahuacalli
- Este sitio tiene una filosofía auténtica de la cosmogonía prehispánica adoptada por Diego. Al entrar deberás ser purificado por la Diosa Coatlicue en tu paso al inframundo, ser testigo de la purificación como transformación del alma en este templo del arte. Entrar al Anahuacalli es nacer y morir, siempre entrarás y saldrás de una forma distinta.
- Diego hace un homenaje a la dualidad de la vida y la muerte. Y él mismo construyó cada concepto de los espacios y techos representando a los dioses aztecas como Ehécatl, Tláloc, Huitzilopochtil y Huehuéteolt. ¿Te lo imaginas como Miguel Ángel elaborando su obra en cada techo? Tal vez sí. Cada piedra que verás en la obra fue elegida por Diego por su textura y color.
- Diego, el arquitecto: él decidió que quería hacer un edificio para sus piezas prehispánicas con estilos “riverianos”: evocando a la estructura piramidal, casas de gente teotihuacana, ventanales y con una iluminación única. ¡Una arquitectura que no tiene comparación! Tan perfecta que construyó un espacio que sería el centro de artistas en donde la luz del sol nunca pegara de frente, pero confiriera una luz permanente natural. Todo este trabajo lo hizo de la mano de su amigo, el arquitecto funcionalista Juan O’Gorman.
- Diego y Frida comenzaron en este sitio, a construir una especie de rancho para producir sus propios alimentos como miel, leche, frutas y verduras. Pero al encontrarse en un espacio encima de una capa de lava como son los pedregales no fue posible al misión y tiempo después, luego de su viaje a San Francisco en 1941 decide que no levantará un rancho, sino construirá un tempo para exponer su colección de arte precolombino.
- Rivera esperaba que aquí descansaran los restos de él y Frida Kahlo. Uno a lado del otro como ese gran amor eterno. No obstante el final fue otro, pues los restos de Diego están en el Panteón Civil de Dolores y Frida en la Casa Azul. Así que ve en cuanto puedas a conocer el mausoleo de Frida y Diego, al menos en sus sueños.
- Conocerás a un Diego pintor, muralista, arqueólogo, artista, arquitecto, ecologista y fiel creyente de la vida después de la muerte. Pues es un templo de pura energía prehispánica.
- Si vas al Anahuacualli procura ir durante el mes de noviembre pues realizan una macro ofrenda invadida de olores, plantas medicinales, sabores y colores. Para Diego la salud no sólo debía ser física, sino mental y social y este altar celebra el poder sanador de las plantas y la sabiduría heredada por nuestros antepasados prehispánicos. Una ofrenda que honra la vida y obra de Diego Rivera.
- El tan amado ocho de Diego es nuestro punto número 8. ¿Sabías que Diego Rivera tenía al 8 como su número predilecto? Nació un 8 de diciembre, a las 8 de la noche, vivía en el número 8 y comenzó esta colección a los 8 años. Por lo que su valor es inigualable. Imagina a un niño coleccionando arte y guardándolo en su cajón.
- Conforme vas subiendo las escaleras del museo irás saliendo del inframundo, bajo una arquitectura, materiales de construcción e iluminación completamente intencional ideado por Diego Rivera. Él quería que las piezas sintieran siempre su propia naturaleza y el viento las tocara para purificarlas.
- Conocerás un mural que no está en ninguna otra parte del mundo: “Pesadilla de guerra, sueño de paz”, su boceto está el Museo Anahuacalli, una obra que le prohibieron a Diego reproducir en una exposición internacional por un concepto irónico que manejó del comunismo y capitalismo. Este boceto tiene un valor incalculable pues se observa la técnica de dibujo de este muralista. También verás los bocetos del mural que le pidieron para el Rockefeller Center.
Mira acá: La ruta secreta de Frida y Diego por la CDMX
El Museo Anahuacalli, es sin temor a equivocarnos, un tesoro que un chilango amante del arte debe conocer. El regalo de Diego Rivera que debemos disfrutar siempre.
Cómo llegar:
El Museo Anahuacalli está muy cerca del Metro General Anaya. Calle Museo 150. Col. San Pablo Tepetlapa, Coyoacán, CDMX
Cuánto cuesta:
Abierto al público de martes a domingo de 11 a 17 hrs.
Admisión general: $100