Compartir es un acto al que la comida de Elena Reygadas nos tiene acostumbrados. En Rosetta hay platos de pasta y entradas como los tuétanos al horno que invitan a hacerlo. Lardo conserva esta línea, con un menú igual de sabroso pero en porciones más breves, más taperas, con el horno de leña como principal motivo.
“Lo mejor es empezar por la salumería, seguir con una pizza y luego pedir algún plato como los calamares fritos” sugiere Elena como datos de navegación en el nuevo menú. Y aunque no seguimos la instrucción al pie de la letra (se nos atravesaron en el camino unas tostadas –de pan– con paté de hígado y una burrata con granada), le damos la razón después de una orden de salami, una pizza de nduja (pariente del salami) con burrata y esos calamares rellenos de pesto, servidos con gnocco –un pan frito recién hecho.
El lugar tiene todo el sello de esta cocinera: verde, mucha madera, un aire vintage. La gran diferencia es que aquí la cocina es abierta y hay una larga barra para que puedas ser parte de ello.
En un rinconcito está la panadería, con los scones, las conchas y esas berlinesas de chocolate amargo rellenas de crema pastelera que son nuestra debilidad. Puedes pasar de pisa y corre por un ejemplar y un café –latte– en la mañana o, con más calma, quedarte a desayunar. Reserva, el lugar está lleno desde el minuto uno de su apertura.