Por: María José Alegret
Escondido en un rincón de las transitadas calles de Polanco, La Gambeta da un respiro de tranquilidad. Este restaurante lucha por posicionarse como uno de los favoritos en cocina de mar, con la sazón como principal herramienta: una recolección de recetas auténticas de cada estado de nuestro país.
El ambiente es informal: entre taquería –con sus agüitas frescas– y recinto para curarte la fiesta del día anterior. Su mero mole son los tacos y el ceviche, pero vale la pena probar de todo. Desperté el apetito con una tostada de atún: una combinación de ceviche fresco y jitomate, cebolla y cilantro. Veredicto: el aplauso se lo lleva la salsa casera de chipotle. Otra mención honorífica es al taco de jaiba suave, pescada sin caparazón. La sirven enterita en una tortilla caliente con pico de gallo. Si lo sientes incompleto, la salsa de chile de árbol, cacahuate y ajonjolí te está esperando paciente.
Sorpresivamente, la estrella del lugar es un postre. Sobre un espejo de cajeta descansa lo que parece un burrito frito partido por la mitad. Espolvoreado con azúcar y relleno de plátano, este “taco” es la descripción gráfica de la famosa frase “cerrar con broche de oro”.
La Gambeta va pedaleando en la dirección correcta, con unos cuantos detalles por ajustar (les falta un poquito de ambiente). Esperemos que el tiempo les favorezca.