Jaso
Ir a comer a Jaso es una invitación a dejar atrás el ajetreo de todos los días y dejarse envolver por una serie de experiencias únicas.
Por: Hugo Juárez
Ir a comer o cenar a Jaso es una invitación a dejar atrás el ajetreo de todos los días y dejarse envolver por una serie de experiencias únicas que no sólo agradan al paladar.
De entrada, pasar por Jaso Bakery for-zo-sa-men-te para poder acceder al piso superior donde están las mesas, es una tentación que consiente al olfato: te sientes rodeado de los olores más deliciosos y golosos que pueden existir. Pero no nos adelantemos al postre.
Cuando llegas a las mesas te encuentras con un ambiente sobrio y serio, tranquilo y cool al mismo tiempo. No hay demasiadas mesas por todos lados, lo cual abona al intimismo y a la experiencia. La mesa, perfectamente puesta, es apenas una parte de la bienvenida y de la experiencia, y el aislamiento de la cava que está a un lado la convierte en el nido de románticas historias. Elegí una mesa en la terraza donde, a pesar de la bulliciosa zona donde se encuentra el restaurante, no escuchamos mucho ruido. Y es aquí cuando comenzó un desfile de sabores y platillos que, al estilo japonés, también fueron un placer para los ojos.
Estrenamos el nuevo menú de primavera y pedimos una degustación para no quebrarnos la cabeza al decidir qué pedir. Ésta es una excelente opción para dejarse llevar por la experiencia ya que el chef decide lo que te preparará con base en tus requerimientos especiales, mismos que antes que nada te son preguntados por los impecables meseros. Puedes pedir más o menos picante, que se base en comida del mar o de la tierra, que sea todo vegetariano, etc. Esto aplica también para tus acompañantes por supuesto, y siempre incluye algunos de los platillos más emblemáticos del lugar para que, literalmente, pruebes “de todo”, en pequeñas porciones. En resumen, el menú se adapta a tus gustos, y aunque seas 100% tradicional, Jared Reardon, el chef, siempre buscará alguna forma de sorprenderte.
Como estamos en plena primavera, el menú de Jaso se pone muy fresco, así que comimos mariscos (los menús cambian dependiendo la estación o si hay algún día festivo): iniciamos con un king crab y su interesante contraste entre sabores dulces y salados gracias a la piña y arándanos que incluía; después llegó un pulpo que estaba ligeramente horneado (lo que lo hacía crujiente pero sin perder su sabor), acompañado de una mezcla de berenjena, manzana y toques de calamar.
Ya en los platos fuertes, probamos la estrella del lugar: los famosos ravioles foie gras con trufa, chocolate venezolano y láminas de queso parmesano (¿ya notaron un patrón aquí? Sí, la mezcla de sabores dulces con salados). Y no tengan miedo: el foie gras no está nada fuerte, su sabor es el ideal. Este platillo y el pulpo fueron nuestros favoritos de la tarde (aunque la elección fue difícil).
Es aquí donde notamos que en todos los platillos de Jaso, incluidos los postres, tienes que tomarte el tiempo para distinguir cada uno de los sabores de cada bocado: tras cada trozo que te lleves a la boca descubrirás algo nuevo. Luego, en los bocados finales, fíjate en el sabor combinado de todos para cerrar con broche de oro.
Para terminar, llegó el suave cordero, también con toques atrevidos, que esta vez radicaron en el café expreso que contenía la salsa, el ligero puré de papa, los vegetales enteros y el tomate deshidratado (los meseros te explican cada uno de los platillos).
De postre llegó otro plato exclusivo de esta temporada: el sorbete de mango, muy fresco y dulce, montado en un cono dulcecito. Y cuando pensamos que todo iba a terminar ahí, que nos cae una última estrella de Jaso: su Crème brûlée con exquisita y suave vainilla y sorbete de pera (no por nada ganó el premio a mejor postre de los Travel + Leisure Gourmet Awards).
Todo el menú, incluidos los postres, estuvieron acompañados de un maridaje muy satisfactorio cuyos elementos fueron cambiando dependiendo de los platillos (nunca fue el mismo vino: hubo rosados, tintos y blancos). Así que de probadita en probadita, y “cashi shin querer”, conocerás una parte de la nutrida cava de Jaso gracias al menú degustación.
Ojo: la sobremesa es importante, por lo que entre cada platillo siempre hay un espacio para platicar y compartir experiencias antes del siguiente, mientras escuchas la selección musical y saboreas los últimos toques del plato anterior o bebes un poco más de vino. Tómate tu tiempo.
Quedamos satisfechos pero quedó un espacio para sus madalenas recién horneadas y espolvoreadas con azúcar glas, cortesía de Sonia Arias, la chef repostera, como agradecimiento por nuestra visita. Y si no te caben, ¡llévatelas! Valen la pena.
Obviamente, los postres son otro boleto que merece su propia reseña, pero son famosos el pastel Jaime Camil, las tartas y los bombones. Otros platillos destacados dentro de lo “salado” de Jaso son el salmón y las short ribs. Y si sólo quieres coctelear, prueba el martini de pepino.