La atmósfera del Daikoku parece que fue pensada para no ser recordada. Unas paredes de ladrillos, pisos blancos lisos y meseros poco dispuestos no ayudan a hacer la experiencia más placentera.
Justo cuando todo parece una tarde de decepciones, abres la carta y encuentras la mayor variedad posible: sashimis, makimonos, sushis, teppanyakis, fideos, mariscos gratinados, arroz. No es exageración pero puedes contar más de trescientos platillos. Afortunadamente el menú contiene una simbología que permite distinguir entre los que son platillos populares y lo que son las sugerencias de la casa.
¿Y que vale la pena del Daikoku? En términos de sabor, todo. Existe el Tori To Pinattsu; porciones de pollo servidas en salsa de cacahuate picante o agridulce. También hay el Gyo no Shogayaki que es un rollo con rib eye importado, pimiento morrón y cebolla. Y para los más exquisitos podemos mencionar el rollo arcoiris especial, que tiene en el exterior atún, camarón, calamar, macarela y salmón; con relleno de queso, masago, pepino y aguacate.
Es difícil pensar que el Daikoku ganará premios por su estética o la actitud de sus meseros. Pero si hay algo trascendente de este lugar, es el excelente sabor japonés que se transparenta en sus inagotables platillos.
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