Para tratarse de un lugar sin cocina (en el estricto sentido del término, porque no hay hornos ni grandes aparatos) en el Broka ocurren maravillas. Una de ellas, son las tapas “sorpresa” que en horario vespertino el chef te sirve, según el mood, el antojo y los ingredientes del momento, listas para acompañarse con una copa de vino, una cerveza y hasta un caballito de mezcal de la casa.
Todo, como podrás darte cuenta al instante de cruzar la puerta tiene un halo encantadoramente informal. El gran plus del lugar es la atención personalizada del chef, que da sugerencias para los parroquianos, estudiantes y despistados que lo visitan.
La botana con que te reciben en el Broka es excelente. La comida arranca con una tortilla azul recién hecha y unos hongos del día. Dentro de sus especialidades puedes probar el cebiche de nopal ($80) o sus ravioles de requesón con crema verde de pesto y parmesano ($125).
El menú del día cambia siempre e incluye sopa, plato fuerte, postre y agua. El plato del día puede ser, por ejemplo, un chileatole y un mezze –selección de aperitivos–. Este menú se puede pedir de lunes a viernes de 14- 17 horas ($165).