Al entrar te parecerá estar en uno de esos recibidores de hotel de viajeros con alfombra ¡verde y labrada! en las paredes. La decoración no llega a ser ni pintoresca ni clásica, aunque los espacios son confortables. Blossom es frío y si alguna vez tuvo personalidad, por favor, ¡digan donde la dejaron!
Pero el paladar es sabio… Existen varias opciones para empezar. Considera el camarón soong. Consiste en el marisco sazonado con hongos, apio y cebollín, arroz, noodle con piñones y un aderezo especial de la casa, servido en hoja de lechuga. Lo comes como un taco, pero a diferencia de la tortilla, la combinación con la lechuga te dará una sensación final de frescura. Más que un taco es una ensalada liviana comida con la mano. Por cierto, el aderezo secreto es delicioso.
Sin embargo, querrás pedir algo de pan. Y ahí viene lo interesante: no trabajan ni pan ni tortillas. Te ofrecen arroz como sustituto y te volverán a servir indefinidamente hasta que acabes tu plato.
Luego prueba el pollo Sesame; son tiernos trozos fritos y crujientes, flameados en salsa de especias orientales agridulce y picante, cubiertos con ajonjolí. Te gustará porque está en su punto y la combinación con la salsa es estupenda (el ajonjolí llenará toda tu boca cuando el pollo sea un triste recuerdo). Algo para destacar es que las porciones son abundantes.
La carta de vinos te ofrece lo mejor: Cune (crianza), Medoc, Fouilly Fuiste, entre otros, y si quieres una copa de la casa te darán alguno chileno.
Seguramente a estas alturas de la velada habrás olvidado la perturbadora decoración. Una charola de postres se irá acercando a tu mesa. El flan de coco es exuberante: cremoso y bañado en suave caramelo. Cuando lo pruebes, Blossom será el lugar más hermoso que hayas visitado…