A un año del sismo que nos sacudió alma y cuerpo, de nuevo, la ciudad ha cambiado aunque no lo suficiente. Aún no se reparan las afectaciones en Xochimilco y Milpa Alta, donde las familias están reconstruyendo sus hogares con sus propios recursos. Hay comunidades indígenas en la ciudad olvidadas y edificios que no se han reparado, pero también hay nuevos edificios en renta y venta, restaurantes afectados por el 19S que lograron reabrir y otros que siguen luchando por sobrevivir, como estos.
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Restaurantes afectados por el 19S aún intentan reconstruirse
Belle Baguette
La brocha de cerdas naturales patina sobre montículos de masa enrollada. Pronto el horno los convertirá en croissants que despedirán un apetitoso aroma a mantequilla. La mano de Víctor Águila detiene su tarea cuando el hombre escucha el tono que indica que un cliente ha entrado a Belle Baguette, la panadería francesa que instaló hace casi tres años en la colonia Del Valle y que resultó ser uno de los restaurantes afectados por el 19S.
El panadero, quien rebasa los 60 años y los 18 viviendo en México, despacha un chocolatín, un rollo de arándano con nuez y una palmeta. Luego regresa a su tarea. Diez minutos después vuelve a sonar el timbre. Así han sido los últimos 12 meses, desde que esa zona resultó una de las más afectadas por el sismo y Belle Baguette resultara uno de los restaurantes afectados por el 19S. Los clientes caen a cuentagotas. Nada que ver con la fila que hace un año la gente formaba para comprar baguettes, espigas, hogazas, cuadriles y demás piezas que vendía, literalmente, como pan caliente.
“El éxodo poblacional fue muy fuerte —dice con su acento que denota su origen cubano—. Para que tengas una idea de lo fuerte, yo hacía al día cien trenzas; hoy hago 40, 50. No hago más. Mis clientes se han ido. Esto fue la zona cero”.
Aquella tarde del martes 19 de septiembre, Víctor regresaba del mercado con una licuadora que el técnico había reparado. Detuvo su marcha en la esquina de Concepción Béistegui y Adolfo Prieto, a unos metros de su panadería. Como buen comerciante de barrio le fue inevitable la plática con sus vecinas dentistas, madre e hija, del edificio de al lado. De pronto la tierra se empezó a mover. Los tres se tomaron de las manos para que la sacudida no los lanzara al piso. Los edificios se balanceaban, la gente salía como en estampida. Era la hora en que algunos papás buscaban a sus hijos en la escuela; la hora en que algunos empleados salen de las oficinas a comer. Era la hora del tráfico, las 13:14. De la planta baja del número 609 de Concepción Béistegui, donde está Belle Baguette, el panadero que apoyaba a Víctor dejó el local. El suelo agitado le hizo perder el equilibrio y en la huida el hombre arrastró la báscula hacia el suelo. El corte de luz en la zona provocó que Víctor perdiera la producción del día. Sin embargo, eso no importaba tanto.
Seis edificios de la zona colapsaron y otros quedaron maltrechos. En total en la delegación Benito Juárez, donde se ubica la colonia Del Valle, cayeron 13 inmuebles y 32 fueron clasificados como de alto riesgo. Según cifras oficiales, 228 personas perdieron la vida en la Ciudad de México.
El edificio donde está el local de Víctor no sufrió ningún daño, así que regresó a la panadería y comenzó a regalar pan para que la gente se calmara. Él y su esposa pasadron tres semanas dando de comer a quien lo necesitara. Pusieron una mesa en la panadería con desayunos, panes, jugo, leche y durante el día daban fruta, café y sándwiches. Todo gratis —igual que hicieron otros restaurantes afectados por el 19S.
El éxodo en la Del Valle, problema para los restaurantes afectados por el 19S
La crisis pasó y la vida parecía volver a su curso, pero algo sucedió. Poco a poco muchos de sus clientes llegaron a la panadería a despedirse de Víctor. “Aquí hay muchos edificios dañados, muchos edificios vacíos, otros que están en proceso de definición para recuperar cosas, reconstruirlos, rescatarlos. Y eso provocó un éxodo muy fuerte de población. Eso nos afectó muchísimo. Algunos que ya terminaron de reparar sus edificios empiezan a regresar. Otros que se fueron de la colonia cada vez que pueden pasan, compran pan. Poco a poco hemos ido aguantando. Estamos esperando un poco el repoblamiento de la colonia”.
—¿Has estado a punto de cerrar?
—¡Claro! Lo que pasa es que no lo decimos. Me digo a mí mismo que no voy a cerrar, excepto que no logre siquiera vender para sacar los insumos, los salarios y la renta. Aquí trabajamos cuatro personas.
—¿Qué haces para sobrellevar la crisis?
—Hago el mismo producto con la misma calidad. Como encargados, si hay que sacrificar algo empezamos por nosotros, por los sueldos. Me acostumbré a un nivel de venta, de demanda en función de la población que venía. Esa población es el éxodo. Algunos han regresado, otros son, como digo yo, clientela itinerante, fluctuante. Van y vienen.
A pocos metros de la panadería se levanta un nuevo edificio. Parece que el sismo trajo mayores oportunidades a la industria de la construcción y las inmobiliarias. Sobre la acera del futuro complejo de departamentos una carpa blanca aloja a una mujer que ya vende las viviendas. Eso da una esperanza a Víctor y a los demás negocias de la zona, pues los próximos pobladores serán clientes potenciales.
Pero mientras eso sucede, este viejo periodista que se reinventó en panadero confía en su leal clientela, la que está en la colonia y la que migró pero que regresa cada que puede a comprar pan francés. “En tres años la panadería no ha incrementado sus precios”, me confiesa. “Tal vez hay que considerar esto ahora. Hay que tratar de sobrevivir”.
Dónde: Concepción Beistegui 609, Del Valle
Horarios: lun-vie: 8:30-20:30 h, sáb: 9:30-16 h
Cuánto: $50
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Dolcenero
Mauricio Montiel, un chocolatero de San Miguel de Allende, perdió su chocolatería —”el sueño de su vida”— en el sismo del 19 de septiembre del 2017. El edificio donde estaba, en Ámsterdam 107, se cayó y convirtió a Dolcenero en otro de los restaurantes afectados por el 19S. Mauricio tuvo que empezar de cero, de nuevo. Por fortuna tuvo ayuda. Gracias al apoyo de la comunidad gastronómica, de su familia y amigos, hoy puede contar una nueva historia.
La chocolatería que se derrumbó
El 19 de septiembre del 2017 Mauricio estaba en San Miguel de Allende. Como toda Ciudad de México, se conmocionó al enterarse de los edificios reportados como caídos tras el sismo ocurrido a las 13:14. “Me enteré gracias a una amiga que se había caído un edificio en mi calle —cuenta—. Le pedí a mi amigo Santiago Moctezuma, de Maizajo, que se diera una vuelta por mi local. Me mandó una fotografía acompañada de las palabras: “Lo siento, amigo. Así me enteré de que me tienda se había caído”.
Al momento del sismo en la chocolatería estaba una amiga de Mauricio, quien trabajaba ahí como vendedora. “La preocupación más grande que teníamos era dónde estaba Yualí. No la localizábamos, no nos dejaban entrar al edificio, no contestaba el teléfono, todas las llamadas entraban al buzón. Puse a muchos amigos a buscarla”. Por fortuna, ella salió de Ámsterdam 107 poco antes de que el edificio se cayera.
Quitando la preocupación de su amiga, lo primero que Mauricio pensó al enfrentarse a su negocio perdido fue tirar la toalla. Les dio órdenes a sus trabajadores de no frenar la producción pero no sabía cuál era el siguiente paso. “No sabía qué hacer, no tenía el capital para seguir adelante pero no quería abandonar el sueño de la chocolatería Dolcenero por todo lo que había luchado por ella”. Entonces, llegó la ayuda.
Colegas de Mauricio en el medio gastronómico fueron clave para que la chocolatería no muriera. “En especial Guillermo González Beristain, de Pangea, y Jesús Escalera, de La Postrería, fueron fundamentales y sin ellos no lo hubiera logrado”. Sentirse apoyado y animado por colegas hizo que Mauricio quisiera buscar soluciones. “Aunque nos costara mucho, decidí reconstruir todo. Empecé a buscar créditos, préstamos bancarios, buscar nuevo local…”. Pronto logró reabrir su tienda, de manera improvisada y temporal, en un local prestado, justo enfrente al edificio que se derrumbó, en Laredo 13.
A un año del 19S, Mauricio está seguro de que la enseñanza más fuerte que le dejó aquel sismo es que “la solidaridad que somos capaces de mostrar, hacia colegas y hacia amigos, es la que nos hizo salir adelante a todos”.
El nuevo Dolcenero
Mauricio pasó de ser dueño de uno de los restaurantes afectados por el 19S a abrir su nuevo taller de chocolatería en Lomas Verdes y buscar un local propio para reinaugurar oficialmente su tienda en la Condesa. Por el momento, Laredo 13 mantiene con vida el proyecto de la chocolatería pero pronto se mudará a su local definitivo.
Dónde: Laredo 13, Hipódromo Condesa
Horario: lunes a sábado de 11:30 a 21:00 y domingo de 11:30 a 19:00
Costo: $100–$200
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