Mucho antes de que la Roma fuera lo que conocemos hoy en día, Ermilia Galván Sánchez ya vendía sus famosos tamales. Doña Emi, como le decían de cariño, preparaba sus salsas en metate, cocía el maíz con leña y salía todas las mañanas a recorrer la colonia en su carrito blanco de madera, dispuesta a satisfacer estómagos hambrientos.
Al caminar por la calle de Jalapa, muy cerca de Baja California, encontrarás el local enmarcado por un lona verde limón donde se lee: Tamales Doña Emi. Un modesto espacio que abre desde muy tempranas horas y cierra en cuanto la producción se termine.
Lo primero que te recibe es una montaña de bolillos dispuestos a ser rellenados. Seguido de ollas de acero humeantes que resguardan 18 sabores de tamales y algunos termos con atole de cajeta, guayaba, arroz con leche y el obligado champurrado.
“De verde”, de rajas y de champiñones, esa es la trilogía que desfila con más frecuencia fuera de las ollas. Aunque el resto de los sabores defiende un lugar en el menú. Aquí hay opciones para todos, desde los que no comen picante, hasta los vegetarianos y todos tienen lo suyo. “Mi abuelita siempre decía que hay que hacer las cosas bien y con cariño”, nos cuenta Carmen López, nieta de doña Emi y quien actualmente se encarga del sazón de los tamales, junto con su madre.
Desde las cuatro de la mañana, Carmen y su esposo, junto con la señora Delfina, comienzan a cocer los tamales en baño María. “Hacerlos es un proceso largo. Se deja reposar el maíz, se lava y al otro día temprano se muele, se bate y se alamcena”, nos relata Carmen. “Por las mañanas también se hacen las salsas, se parte el queso, se coce el pollo y empezamos a enredar cuando regresamos por la tarde”.
Emi y su familia llevan 19 años en el local, pero antes de apostar por un establecimiento, vendían tamales en un espacio que no rebasaba el metro de ancho. De alguna forma, este peculiar sitio les funcionó y mantuvo el negocio por 20 años. Fue hasta que los dueños de la casa fallecieron y se vieron obligados a mudarse. Pero el destino los llevó a una cuadra de distancia, donde encontraron disponible el espacio que conocemos hoy en día.
Desde sus inicios, la oferta tamalera se ha ido incrementando. Algunos de los sabores más exóticos son: lomo con aceitunas, huitlacoche con queso de cabra y uno de los favoritos, el de higo con nuez y queso crema. Aunque debemos advertir que son los primeros en terminarse. Para no sufrir decepciones, lo mejor es apartarlos un día antes.
Emi aprendió a hacer tamales en su natal Ozumba, Estado de México y más de 50 años de trabajo la convirtieron en una leyenda. Sus manos prepararon tamales para tres generaciones. Estudiantes, médicos, celebridades, políticos, amas de casa y extranjeros han pisado el local y probado sus tamales. Aunque ella ya no viva, sus hijos han mantenido el negocio y los chilangos se los agradecemos infinitamente.