La historia detrás del café más famoso de Coyoacán
Pocas cosas saben tanto a Coyoacán como el café de El Jarocho. Lugar que desde 1953 es visitado por chilangos y turistas de todas partes del mundo.
Por: Colaborador
Pocas cosas saben tanto a Coyoacán como el café de El Jarocho. Lugar que desde 1953 es visitado por chilangos y turistas de todas partes del mundo. Su popularidad se imprime a través de sus ocho sucursales y las cinco mil bebidas que salen de ellas cada fin de semana.
Pero no siempre fue así. El que hoy es una especie de estandarte simbólico de Coyoacán tuvo sus orígenes en un pequeño local, ubicado en la calle Aguayo, donde se vendían semillas, granos y frutas traídas de Veracruz. Los fundadores, Gil Romero y Bertha Paredes, nunca imaginaron que un día su negocio crecería como la espuma de un capuchino.
Con el tiempo, Víctor Romero —uno de sus hijos— se quedó al frente de la empresa. En aquellos días estaban de moda los famosos “astronautas” del Zócalo. Personajes que llevaban sobre la espalda cilindros llenos de café, servido a través de mangueras. Él los veía con frecuencia y un día cayó en cuenta de que a la ciudad le hacían falta barras de café.
Así fue como oficialmente inició El Jarocho, con una de las primeras cafeteras industriales puestas en marcha en México (que permitían hacer expresos, capuchinos y americanos). Justo en la esquina de la calle de Cuauhtémoc y Allende, donde ahora está la casa matriz.
A pesar del tiempo que ha pasado, sus bebidas tienen fama de buenas y baratas; sus donas y panqués artesanales son un complemento perfecto, y sus tortas de milanesa con queso o de pierna adobada, no podrían concebirse sin los famosos chiles chipotles preparados con la receta original de Bertha Paredes.
Este clásico, que se ganó los premios Bizz Award 2006 a la Excelencia Empresarial (Nueva York), así como la Estrella de Oro al Mérito Empresarial por la Worldwide Marketing Organization (Holanda), tiene algo a la medida del antojo de cualquiera que deambule cerca de sus pequeñas y humeantes islas, diseminadas en el sur de la CDMX.
Ya sea frío o caliente, en vaso chico o grande, molido o en grano, el olor de su café tostado religiosamente cada mañana es inconfundible y, por lo tanto, es raro aquel que pueda pasar de largo frente a él, sin sentir que a su alma le hace falta una taza para estar completa.
Sobra decir que, independientemente de las opciones con cafeína, sus chocolates y sesenta tipos de tés y tisanas, tienen club de fans en el corazón de un nutrido grupo de capitalinos.
Las sucursales de El Jarocho abren desde las 6 de la mañana, hasta medianoche. La casa matriz, ubicada en la esquina de Cuauhtémoc y Allende, en el centro de Coyoacán, da servicio hasta las 2 de la mañana, solo viernes y sábado.