La heladería Chiandoni desde hace más de medio siglo, ha refrescando el paladar chilango con postres estilo italiano que traen el recuerdo de su fundador, un contendiente de lucha libre que era rudo en el ring, pero otra cosa muy distinta fuera de este.
Desde que la clientela pisa los mosaicos azul y blanco del establecimiento siente alivio: sus techos altos, los motivos de playas italianas y los tonos claros, ayudan a olvidarse del calor, mientras que las fotos familiares, el estilo arquitectónico y los uniformes de los 50, reconfortan el ánimo.
En las mesas y sobre la barra se saborean nieves y helados hechos con fruta natural. Las especialidades, además de la naranja glace, son creaciones de fundador, cómo plátano, chabacano, rompope y, por supuesto, Suvenir Chiandoni: pastel helado hecho con pan España, nieve de vainilla y mamey y nuez espolvoreada.
Un periódico de los años 30, colgado en la pared, describe a su expropietario: “Era el italiano un atleta agresivo y cruel, incapaz de sentir piedad por el enemigo, su meta era el exterminio”, sin embargo, descubrimos que tenía una identidad oculta: casi todo quien lo conocía lo recuerda cómo “un pan de Dios”, nos cuentan en la heladería.
¿Quién es Pietro Chiandoni?
Nació en Undine, Italia, tierra de gelato; pero lamentablemente en aquellos tiempos la gente pensaba poco en postres y mucho en guerra y fue precisamente las consecuencias de esta, lo que llevaron al futuro empresario a emigrar a México cuando tenía 15 años, durante el fascismo de Mussolini con el propósito de ayudar a su familia.
Su tío lo invitó a trabajar en su heladería, La Nueva Italia. Así se adentró en el mundo de las delicias frías y, por otra parte, en el de los rines y los mosquetazos, estrenándose cómo uno de los primeros contendientes de lucha libre, su nombre: La Furia Italiana. En el 39 abrió su propia nevería, primero en la colonia Roma y en el 57 en la Nápoles.
Carmen Montaño
Doña Carmen Montaño Rodríguez, junto con sus hijos, Héctor y Jorge Hernández Montaño, también migraron a la Ciudad de México, solo que ellos de Morelia.
Carmen trabajaba como empleada del hogar en la zona, por lo que siempre tenía un lugar donde dormir, el problema es que sus hijos no, pues los niños del personal no eran admitidos casi en ninguna parte. Héctor y Juan, después de salir de la primaria, tenían que esperar en una banqueta, hasta que los trabajadores de un taller mecánico salieran y ellos pudieran entrar a dormir en el suelo de este.
Parte de las labores de Carmen era llevar a los infantes que cuidaba a la heladería Chiandoni, ahí conoció a las empleadas del mismo, quienes le informaron que el “Señor estaba buscando alguien que limpiara su casa”, aclarando: “Esta muy triste, su esposa murió hace un año”.
Después de entrevistarla, Don Pietro le anunció que estaba contratada. Ella, apenada, confesó “Hay un problema: tengo dos hijos” y para su sorpresa él respondió “Eso no es ningún problema, tus hijos van a vivir contigo”. Al respecto, Jorge Montaño comenta “Imagínate ahí fue un cambio total, por qué…”, toma una pausa y sigue con ojos humedecidos “Fue algo hermoso para nosotros, cambió totalmente nuestra vida”.
Familia adoptiva
El señor Chiandoni fue introduciéndoles en el negocio, hasta convertir a Carmen en la administradora y a Jorge en empleado con prestaciones de ley. Con el tiempo, formaron una especie de familia atípica. “El señor me traía para todos lados, los clientes creían que era mi papá, pero yo así lo quise y así lo querremos por siempre, porque si fue un padre”, expresa don Jorge.
Jorge y su novia Martha López quisieron casarse aun siendo menores de edad, al enterarse que ella estaba embarazada. Pietro se ofreció a firmar cómo su tutor, a pagar la fiesta y a ser padrino de su hijo. Invitó a María a vivir con ellos y se convirtió en “un abuelo” para el niño, “Le compraba dulces, papitas, lo llevaba a los carritos”, explica Jorge.
Después se unió al negocio Luis Antonio Juárez Rosas, amigo de Jorge.
Una declaración de la señora Carmen que cuelga sobre la pared anuncia: “A mi me ayudó mucho y yo también… con su negocio, cuando estaba enfermo y cuidándolo, porque al principio lloraba cómo un niño por su esposa, la quería mucho”.
Heladero galán y casi santo
Chiandoni era “malvado” en el ring, pero fuera de este tenía fama de ser casi un santo con sus empleados y con quien se acercara a él, tanto, que era incapaz de regañar a sus trabajadores o reclamarle el dinero que la gente le pedía “prestado”. Además, era un galanazo, encantador en su trato e impecable en su apariencia “siempre vestía de traje y era muy guapo”, Jorge incluso recuerda que cuando iban al banco “todas las empleadas salían a recibirlo con abrazos y besos”.
Antes de morir, dejó su casa y parte del negocio a los Montaño. ¿No se opusieron sus hermanos?, quisimos saber. “No, eran igual de buenos que él, decían que éramos su familia”, respondieron.
Chiandoni 2024
En la actualidad la nevería Chiandoni es administrada por Jorge, Martha y Luis y es un clásico de la ciudad, incluso ha debutado en películas como Soy tu fan y en videos musicales, cómo “Vacío” de Leonel García.
Pietro falleció hace años, pero su ingenio sigue vivo a través de sus dulces creaciones, y su calidad humana, en el ejemplo que dejó a quienes hoy llevan la heladHelaería Chiandoni.
Dirección: C. Pensilvania 255, Nápoles
Horarios: todos los días de 11 am a 9 pm
Consumo promedio: $70.00 p/p