Hace algunos ayeres —seguramente lo recordarás—, nuestra capirucha se convirtió en el epicentro de un debate sin precedentes: ¿Las quesadillas llevan o no llevan queso? Con argumentos tan sólidos como variados, esta acalorada discusión dividió sobre la mesa amistades, familias y relaciones; porque podría tolerarse todo, pero ¿meterse con la comida? Eso sí que no, bandita.
Ahora que los ánimos están un poco más calmados y podemos sentarnos a razonar civilizadamente sobre este exquisito manjar, la Real Academia de la Lengua Chilanga le pondrá punto final a la discusión.
¿Quesadilla con o sin queso?
Para comenzar, vamos a ponernos en contexto: Toda esta pelea inició en nuestra bonita capital, donde cohabitan delicias culinarias como el guajolocombo, los esquites de tuétano y las kittychelas. Por supuesto, este es el hogar de la quesadilla sin queso, un manjar relleno de distintos guisados, que puede estar frito o calentado en el comal.
El problema es que, para otros estados de la República, resulta imperdonable que existan frases como “¿va a querer su quesadilla con queso, joven?”, ya que consideran que el queso es el ingrediente clave, central y definitorio de una quesadilla. Y es que no vamos a hacernos de la vista gorda: tienen un punto a favor al decir que en la misma palabra se indica el ingrediente.
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Pero tampoco podemos aceptar que le llamen ‘taco’ a nuestra quesadilla solo porque de vez en cuando la pedimos sin queso (la colitis ya pega duro a esta edad, ¿a poco no?); por ello, más allá de quedarnos en la cuestión de las palabras, vamos a echarle un ojo a la anatomía de este exquisito platillo —eso sí, preparado al estilo chilango— para reconocer sus aspectos diferenciadores frente a otros sabores mexicanos.
Acomódate, porque hay mucho por deshebrar en esta conversación.
¿Quesadillas sin queso o tacos?
La primera cuestión por discutir es la diferencia entre una quesadilla sin queso y un taco. Muchas personas argumentan que no existe una distinción significativa entre estos platillos, ya que requieren los mismos componentes (tortilla + relleno). Pero ¿de verdad son lo mismo? ¿podríamos confundirlos al ponerlos sobre la mesa?
Pues bien, si hacemos de lado los ingredientes y analizamos su preparación, veremos que un taco suele calentarse con la tortilla y el relleno en espacios separados. Ya sea un taquito de suadero, pastor o de guisado, sus elementos siempre se conjuntan con la tortilla hasta llegar al plato, donde se coronan con una salsita, cebolla picada, etc.
Por su parte, el relleno de la quesadilla ya debe estar dentro de la tortilla cuando la ponemos al fuego. No importa si va frita o al comal: en ambos casos los ingredientes se encuentran juntos al momento de calentarse y mucho antes de que se coloquen en el plato. Es así como se preparan estas delicias rellenas de flor de calabaza, tinga, huitlacoche, entre otras.
Por supuesto, la preparación no es el único punto en que se distinguen dichos platillos; a la hora de degustarlos, también podemos encontrar algunas diferencias importantes. Mientras que una quesadilla se sirve invariablemente doblada por la mitad, un taco tiene más posibilidades a la hora de llegar a la mesa.
En efecto, la flexibilidad del taco hace posible que existan tantas formas de comerlo: con múltiples dobleces, enrollado, con el dedo gordo como muro de contención, con dos tortillas a la vez, etcétera. Por su parte, la tortilla de una quesadilla al comal está más adherida a su relleno y, por lo tanto, suele quedarse un poco más estática durante la comedera.
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¿Qué hay detrás de la palabra ‘quesadilla’?
Y ahora que ya hablamos un poco sobre la anatomía de las quesadillas, volvamos a uno de los puntos álgidos en este debate: ¿Debemos agregarle queso a este platillo simplemente porque así lo indica la palabra ‘quesadilla’?
Echémosle una mirada a su etimología. Contrariamente a lo que muchas personas sostienen, este término NO proviene del náhuatl “tortilla doblada” (de hecho, la palabra para designar a las tortillas es más bien ‘tlaxcalli’). Más bien, tal como designa Guido Gómez en su Diccionario de mexicanismos, ‘quesadilla’ nace del español quesada (‘un pastelillo hecho de queso’).
Así pues, todo parece indicar que este sustantivo originalmente nombraba una clase de pastel dulce con queso; paulatinamente, la palabra se habría extendido por nuestro territorio para denominar el manjar que conocemos ahora. En este sentido, la historia nos demuestra que realmente nunca ha existido una sola forma de pensar en las quesadillas y que siempre se encuentra en evolución.
Como un plus, recordemos que la RAE también coincide en que la palabra quesadilla designa a más de una preparación culinaria:
- “Cierto género de pastel, compuesto y masa”
- “Cierta especie de dulce, hecho a modo de pastelillo, relleno de almíbar, conserva u otro manjar”
- “Tortilla de maíz o de trigo doblada por la mitad, rellena a veces de queso y a veces de otros ingredientes, propia de la cocina mexicana”
Por supuesto, nuestra ficticia Real Academia de la Lengua Chilanga está al servicio de la bandita y sabe que acá nunca habrá límites para la invención y la creatividad, sobre todo cuando hablamos de comida; así que te invitamos a disfrutar de tus quesadillas (con o sin queso) sin complejos ni preocupaciones. ¡Provechito!
Antes de irte, te recomendamos echarle un ojo a: ¡Adiós, licuachelas! Las Kittychelas de la Lagunilla llegaron para quedarse.