Guía visual para comer rico en el Mercado El Chorrito

En “Los juegos del hambre”, Pedro Reyes escribe sobre comida en la Ciudad de México. Puedes leer su columna quincenal acá. En esta entrega: comer rico en el Mercado El Chorrito.

Todos tenemos uno. Acaso el que más cerca nos queda de la casa o del trabajo. O al que íbamos de niños. Los mercados son el centro de todo. Son puntos de reunión, de recarga. No solo se trata de abastecimiento de productos, también es combustible vital: dentro de las paredes de esos centros de comercio uno se alista para lo que el futuro depara en el exterior. Lo que será, será. De ahí para afuera.

Además de la oferta corriente, los mercados en la Ciudad de México son sede de fondas, puestos de antojitos y comedores que preparan el pan de cada día. Somos cientos de miles los chilangos que elegimos el mercado –nuestro mercado– para comer sabroso, rápido y a precios asequibles. El mío es el mercado El Chorrito, cerca de donde trabajo, en la colonia San Miguel Chapultepec. Su verdadero nombre es Plutarco Elías Calles, pero cuenta la leyenda que obtuvo ese nombre porque, cuando había escasez de agua, los vecinos del mercado hacían hoyos en las tuberías para abastecerse de un chorrito.

Mercado El Chorrito — Foto: Marisol Arvizu

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Comedor Lupita

“Caminando y miando para no hacer charco”, dice Don López a las cocineras detrás de la barra de Lupita. En realidad, lo que quiere Don López es que las chicas hagan una pausa para comer, pues desde la mañana están despachando un cliente tras otro. Incluso a domicilio. Ahí están doña Lupe, la jefa, y Vero, su hija, encargándose de la cobranza y el flujo de órdenes. Cocinando están Ana, Emilia, Amelia, Chepa y la chaparrita de las tortillas. Enfrente, los jugos y licuados no paran de salir en vasos medianos y de a litro. Aunque el menú no es breve, las enchiladas verdes y de mole son las estrellas del lugar, también el consomé con mollejas e higaditos. Todo ahí se hace o se acompaña con tortillas hechas al momento. Es impresionante. Yo voy seguido, pero hay quien desayuna o come diario. Amelia es quien cocina para mí. Aunque se le olvida de repente, sabe que me llamo Pedro. Y cuando en un lugar con tanta gente recuerdan tu nombre, a uno se le infla el pecho.

Antojos La Poblanita

Lo primero que se ve al entrar al Chorrito son la tortillería y los antojitos de La Poblanita: quesadillas, sopes, pambazos… Después están las frutas y el ruido de la licuadora que, por estas fechas, hace jugos de mandarina. Un poquito más allá, el sonido de las tijeras del pollero que despieza con maestría y, a lo lejos, el inconfundible bajo de las canciones rancheras. No se reconoce cuál –seguro es Vicente– pero, por el sonido del bajo, es una ranchera.

Tacos de cecina, gorditas y tortas

Dos puestos a la derecha de las carnitas y los de birria, se oyen los madrazos que Juan José acomoda a la carne para aplanarla sobre un tronco. Por acá están los tacos de cecina con papas fritas, las tortas del Chin y las gorditas de chicharrón de don Rafa, quien siempre dice que tardan media hora en cocerse nomás para ahuyentar, pero si aguantas vara, en cinco minutos estás gordita en mano.

Comedor Bety

Atrás está Yorch, el de las frutas y verduras y, enfrente, el comedor Bety, con unos platotes de huevo, arroz y sopa de pasta por poco menos de 50 pesos. Tal vez haya que echarle un poquito de sal, eso sí.

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La “zona de comida”

Bajando las escaleras, cerca de los tacos y burritos (también hacen tortillas de harina al momento, una genialidad) está un letrero que dice “zona de comida” –como si todo el mercado no lo fuera–, donde hay, por lo menos, 15 cocinas económicas: la de Vicky, la de Andrea, la de Silvia y el Gallito de Oro. Carnicerías, cremerías y hasta una rosticería. Flores, mole en polvo, piloncillo y croquetas para perro. Acá se escucha a Rocío Durcal, pero también a J Balvin.

Hace poco el Mercado El Chorrito cumplió 64 años de vida. Un micromundo con orden y caos, donde los organigramas existen, pero se diluyen: acá todos jalan parejo. El México que más me gusta está ahí.