Hay un antes y un después de Los Tres Reyes
«A mí me gusta beber para curármela», confiesa un cliente asiduo a Los Tres Reyes mientras le da un buen sorbo a su humeante consomé. En la mesa hay una decena de cascos de cervezas, tortillas hechas a mano, un quinteto de salsas y un colosal plato con barbacoa recién salida del horno. Si hay un lugar feliz en la Ciudad de México, es éste y su historia se remonta 70 años atrás.
Todo comenzó cuando Álvaro González se animó a preparar la barbacoa que le enseñó su padre en El Oro, Estado de México. El mexiquense cocinaba el borrego y salía a venderlo en una vecindad de Santa María Nonoalco. Su sazón lo hizo famoso y se aventuró a comprar una casa que se convertiría en el primer restaurante, bautizado como La Barbacoa de Murillo –en honor a la calle donde se ubica–.
Tras una década, el par de hornos que poseía se triplicaron y la apertura de una segunda sucursal se hizo inevitable, pero Don Álvaro no estaba conforme. A finales de los 80 abrió una tercera y última locación en la calle de Pablo Veronés –todas en la misma colonia–, la cual homologó a los restaurantes y les otorgó el nombre de Los Tres Reyes, en honor a sus hijos: Raúl, Mario y Pepe.
La sucursal de Veronés fue la que les obsequió la fama, es ahí donde todos los sábados, domingos y días festivos ocurre la magia. Sus mesas comunales se llenan de barbacoa, panza y moronga, bien cobijada por tortillas elaboradas por un ejército de mujeres. Los tacos son aderezados por salsas recién hechas y música norteña en vivo. El apartado líquido es patrocinado por cervezas y micheladas que resbalan con facilidad, especialmente en las mañanas después de una buena fiesta.
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El mágico mundo de los borregos
Desde sus inicios, los borregos con los que preparan la barbacoa son traídos de Jalisco y sacrificados en Texcoco. «Yo no vendo carne de otro día», asegura Pepe, hijo de don Álvaro y encargado de la sucursal de Veronés. «Lo que se mete al horno el viernes, se acaba el sábado y lo que se mete al horno el sábado, se acaba el domingo».
Para hacer barbacoa se requiere paciencia. Antes de servirla, la carne se cuece lentamente de 10 a 12 horas en el horno rodeado por pencas de maguey. Cada fin de semana preparan de 10 a 15 borregos, pero hace algunos años ese número era mucho mayor. Según nos cuenta Pepe, «la gente ya come muy poco. Antes comían bien, pero ahora con dos o tres taquitos ya se llenaron».
¿Y qué sería de una barbacoa sin un buen consomé? El de aquí es una bomba de sabor, «mi consomé nadie lo tiene, es puro jugo de la carne, yo no le echo agua», confiesa Pepe. Un gran cazo reposa debajo de la carne que escurre lentamente, el resultado: un líquido espeso, intenso y delicioso.
Pasemos a las tortillas, hay de dos: amarillas y azules, y se hacen al momento. Después de que una máquina le da forma a la masa, cinco mujeres se encargan de voltearlas con sincronía olímpica. El movimiento es hipnotizante. «Antes hacíamos el nixtamal, pero ya no nos alcanza el tiempo», cuenta Pepe. Y es que un sábado cualquiera pueden usar 30 kilos y el domingo, el doble. Basta una llamada a su proveedor para tener masa fresca en la puerta.
De los postres se encargan los vendedores ambulantes, que rondan las mesas con sus canastas llenas de dulces mexicanos. Cocadas, pepitorias, alegrías, glorias y demás delicias anuncian el final del desayuno, almuerzo o comida. Todo depende de la hora que llegues.
Si es la primera vez que visitas Los Tres Reyes, toma en cuenta lo siguiente:
- Las mesas son comunales, así que siéntate donde encuentres lugar
- Las bebidas, tortillas y verdura se ordenan con las meseras
- La barbacoa se pide directamente en los hornos y la orden más pequeña es de medio kilo
- Ser voluntario para ir por la barbacoa tiene su recompensa. En lo que te despachan siempre te dan una prueba
- El consomé también sale de los hornos, así que es buena idea ir en par
El kilo está en $500 y cobran la verdura (aguacate, pápalo y nopales) y las tortillas por separado, pero vale la inversión. La buena noticia es que la música en vivo generalmente es gratis. Siempre hay una mesa que trae ganas de cantar mientras se echa una de las mejores barbacoas de la Ciudad de México.
Dónde: Pablo Veronés 12, Alfonso XIII
Cuándo: sáb-dom y días festivos 7:30-17 h
Precio promedio: $250