¿Garnacha u obra de arte? Las virales esculturas de masa frita

Hace unas semanas, durante la Semana del Arte, se hicieron virales unas garnachitas en forma de esculturas conocidas del arte contemporáneo. ¿🤔? ¿Se acuerdan del perrito gigante de Jeff Koons? Ajá, esa escultura de tres metros de altura que…

Hace unas semanas, durante la Semana del Arte, se hicieron virales unas garnachitas en forma de esculturas conocidas del arte contemporáneo. ¿🤔? ¿Se acuerdan del perrito gigante de Jeff Koons? Ajá, esa escultura de tres metros de altura que representaba un globo inflable en forma de perrito, que estuvo en el Museo Jumex y rondó en Instagram sin parar. Pues esa mera figura la revivió el artista plástico César Ríos, pero ahora hecha de masa frita, rellena de queso y aderezada con salsita verde, lista para comerse. Replicó otras obras de arte conocidas y los llamó: ‘Antojitos Escultóricos’.

Platicamos con César sobre la garnacha que se convierte en arte –¿o será el arte de la garnacha?– y sobre cuándo podremos probar de nuevo su arte comestible. Spoiler: pronto.

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Si se puede comer, ¿se considera arte?

La comida tiene una larga historia en el mundo del arte: se puede encontrar como materia prima y como tema o pretexto de lo artístico. La cocina también se puede meditar desde el punto de vista de la transformación de los alimentos como una forma de lenguaje y, por lo tanto, también está sujeta a la interpretación y decodificación, así que podría considerarse un medio narrativo o de expresión artística.

Estamos entrando en temas escabrosos y a discusiones peregrinas en cuando a qué significa el arte o qué es el arte en sí. Esta discusión comenzó hace miles de años y seguimos sin ponernos de acuerdo.

La obra más reciente de César Ríos (1994), artista mexicano originario de Morelos, explora algunas de estas cuestiones de manera desenfadada y campechana con sus “antojitos escultóricos”, que trabajó junto con Dea López, del proyecto Co.Mer y la plataforma Obra de Arte Comentada. Las obras replicadas para este performance fueron Ballon Dog (1993) de Jeff Koons y La Fuente (1917) de Marcel Duchamp. Vean las originales:

Ahora vean la versión garnacha de César Ríos:

¿Qué tal? ¿Cuánto pagarían por una garnachita así, considerando que están rellenas de queso y acompañadas por un guisado y su salsa, como debe der ser.

Para acceder a este delicioso happening, los asistentes tuvieron que pagar 100 pesos por cada pieza. “También recibimos críticas”, cuenta Luis. “En el primer evento dimos las esculturas en 30 pesos, acompañadas con un guisado. Esta vez decidimos darlas en 100 pesos por el tiempo que lleva hacer cada una. La gente sí se nos vino encima por el costo”.

Sin embargo, que una pieza rebase los límites aceptables (o imaginables) de precio a la venta no es algo nuevo en el plano del arte. Recordemos que en 2013 Jeff Koons hizo historia en el mundo del arte contemporáneo con su obra Ballon Dog (Orange), que fue adquirida por 58.9 millones de dólares en una subasta en Christie’s. 

Hay paralelismos sí y también hay diferencias. 

antojitos escultoricos
Foto: César Ríos.

“Mi proyecto tiene la idea de que el arte deje de acotarse a las galerías y espacios exclusivos y que esté en la calle, que se active a partir de la convivencia —continúa César—. Cualquier gesto creativo lo considero arte y mi intención es que las personas se acerquen a estos símbolos a partir de otros contextos, más públicos. Para mí, trabajar la masa de maíz se me hizo natural y, en parte, también, por la historia de mi familia”.

El arte de “Si no lo vendemos, nos lo comemos”

La serie de estas garnachas/obras de arte se llama “Si no lo vendemos, nos lo comemos” y surgió por una frase de la abuela de César. “Mi familia siempre se ha dedicado a la venta de comida —explica César—. [Mi abuela] decía que en el negocio de comida si no vendías, pues mínimo de ahí comías”.

Siendo el único miembro de su familia que ha enfocado su pasión al mundo del arte, César busca explorar su producción artística dentro de los paradigmas de la comida dentro de la esfera de lo público. “Se trata de un happening. No es un performance porque no es algo premeditado. Sí es un acto performativo porque vender comida es performático. Los objetos, como tal, son de masa y son objetos escultóricos. Se trata de un happening escultórico”.

La masa para estos antojitos escultóricos proviene de un molino local y se pueden acompañar de salsas –verde y roja–, nopales y guisos variados como costilla en adobo o de champiñones. El descubrimiento del quesillo derretido al interior de los antojitos escultóricos es la clave que puede seducir hasta al más férreo crítico de arte para, quizás, interpretar estas piezas como entidades efímeras, etéreas, cuya elasticidad se desborda hacia los límites de la obra.

Van con todo… con todo y certificado de autenticidad

“Una parte importante del happening es que tratamos las quesadillas como una pieza de arte y les damos un certificado de autenticidad, el cual se imprime en el papel estraza con el que servimos los antojitos; el papel es el que recibe toda la grasa —continúa César—. Nos interesa la reacción de las personas cuando ven el certificado al final, el cual está lleno de manchas y grasa. El instinto es tratar de preservar ese certificado como un registro de que se estuvo ahí, como si fuera un trofeo. Creo que ahí está uno de los recursos claves, se podría pensar que también es la pieza en sí”.

Sopes de lujo, de Gucci y Lacoste

A las piezas de antojitos escultóricos en homenaje a Koons o Duchamp, se integraron también sopes en forma de los logos de marcas de lujo. ¿No tienes una bolsa Channel? La obra de César te respalda con un rico sope en forma del codiciado logo. Ponle nopalitos y que su salsa verde y seguramente hasta la mismísima Coco se daría uno para disfrutarlo con exquisita elegancia. “A las personas les llama la atención la idea de la piratería —opina César—. Muchas veces se valora más el hecho de piratear la marca que la pieza original”.

Cualquier momento se puede considerar como un happening en tanto se tome conciencia del momento único e irrepetible que se vive en el plano individual o colectivo. La Ciudad de México es un happening monumental que también abraza lo público y lo comestible. Se dice que los chilangos amamos el fino arte del antojito callejero y obras artísticas como la de César Ríos medita en aquellos momentos en el que el antojito se convierte en arte.

Por supuesto que habrá más happenings de antojitos escultóricos, César Ríos lo anunciará pronto.

@chilangocom

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