Hasta hace algunos años eran pocos los restaurantes de Johnny Rockets en México —aún recuerdo la legendaria sucursal de Polanco que ya cerró—. Ahora, hay en varios aeropuertos del país. Pero este crecimiento devino en un fenómeno común: cantidad mata calidad. Por ejemplo, en el restaurante del aeropuerto de Chihuahua descubrí que el menú tenía ¡todo, menos hamburguesas!
Con todo y todo, hace unos días se me atravesó una sucursal en un centro comercial y decidí darles otra oportunidad. Bueno, en realidad se me antojó porque por muchos años ha sido una burger estupenda. Consideré pedir la Original o la clásica #12 —ambas insignia del lugar—, pero como ya las he reseñado opté por aventurarme con una de reciente ingreso al menú: la Bacon Cheddar Doble.
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Su descripción en el menú me hizo sonreír. Dos pattie de carne (170 gramos cada una), tocino crujiente, doble porción de queso cheddar, salsa especial (la típica estilo mil islas), lechuga, jitomate y cebolla. Sencilla y tradicional, sin lugar al error.
Espera breve. Unas papas a la francesa ¡meh! nos dieron —a mi fiel escudera y a mí— una idea de lo que veía. Llegó la burger y, lo admito, tenía muy buena pinta. Los casi 360 gramos de carne (estilo smash) lucían apetitosos, el queso abundante y perfectamente derretido, el tocino crujiente y el pan tostadito. Instagrameable.
En la primera mordida caí de Instagram a la realidad: no sabía a nada. La carne era un pedazo de proteína cocida sin sabor. Triste, sin alma. Lo demás, decente. Pero su majestad, la carne, ausente. Le di oportunidad en más mordidas, pero fue imposible, tuve que ponerle copiosas cantidades de cátsup para darle sabor. Me quedó a deber todo.
Pude constatar nuevamente que a la marca ya no le importa. Vamos, ni la música estaba cuidada: pistas de los 90 sin ton ni son, en vez de los clásicos de los 50 que deberían sonar. Ojalá rectifiquen el camino y se reencuentren con su sabor original. Al menos dicen que las malteadas aún son buenas.
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