A la altura de la estación del metro San Juan de Letrán, un antiguo vitral le da la bienvenida a los golosos que pasan por el lugar. Desde hace 78 años el DF alberga uno de los sitios favoritos para consumir churros y tazas con chocolate humeante y espumosito: la churrería, El Moro.
Los fundadores son originarios de España. Cuando llegaron a México iniciaron con una panadería; sin embargo, tiempo después decidieron ingresar a nuestro país uno de los antojos españoles por excelencia: los churros.
La primera máquina para hacerlos era prácticamente un carrito, pero gracias a la aceptación de la gente, los dueños se animaron a comprar el local con el número 42. Para darse abasto colocaron en la cocina una máquina que se llama paila, la cual tiene mayor capacidad para hornear al momento todos los churros que se venden en el negocio.
La decoración de El Moro ya no es colonial, como en sus inicios. Luego de tres incendios el espacio ha requerido renovaciones. Además, los dueños decidieron darle un toque más moderno. Afortunadamente, esto no ha matado su encanto. Parte de sus muros aún están cubiertos con azulejos de talavera y las meseras aún se visten con coquetos uniformes de color azul y rosa pastel, cofia a tono, delantal blanco, zapatos y medias tipo enfermeras.
El menú de El Moro es sencillo. Hay cuatro tipos de chocolate: a la mexicana (ligero, dulce y con un toque de vainilla), a la francesa (semiamargo y con un ligero toque de vainilla), a la española (dulce y espeso) y a la suiza (semiamargo y con crema chantilly en la parte de arriba).
Todos se acompañan con una dotación de cuatro churros, los cuales pueden ser espolvoreados sólo con azúcar o con azúcar y canela.
La leche que utilizan para el chocolate la traen diariamente de un establo, lo que garantiza una mejor calidad en la bebida. Por otra parte, la masa para los churros contiene harina, agua y sal. Su preparación es muy parecida a la de los buñuelos: se echa de golpe la harina en el agua hirviendo con mantequilla, se agregan huevos sin dejar de batir hasta que esté a punto y finalmente se coloca en la churrera.
Si un día pasas por El Moro, deténte un momento enfrente de la pequeña vitrina exterior y observa el arte del señor churrero para preparar este delicioso y crujiente alimento. Es todo un espectáculo.
Colocar la pasta en forma de churro al aceite hirviendo. Darle vueltas con un fino alambre. Formar enormes ruedas de pasta bien doraditas. Escurrirlas. Colocarlas en una charola. Cortarlas en pedacitos de aproximadamente 30 cm. Revolcarlas en azúcar o canela, todavía calientitos. Un espectáculo, como dijimos.
El lugar ha recibido visitas de todo tipo: políticos, del medio del espectáculo y periodistas. Incluso, su fama rebasa fronteras pues la churrería goza de tener clientes que vienen de Estados Unidos, Europa y hasta de Japón.
Dato: no importa la hora ni el día que se te antoje sopear un churrito en chocolate, El Moro abre las 24 horas y los 365 días del año.