Las religiosas debían de alimentar a un gran número de personas todos los días. Contaban con cocinas grandes y bien equipadas, y con los recursos necesarios para elaborar recetas nuevas. Todo ello alentó el espíritu creativo que predominaba en los conventos.
Las monjas se dedicaban de alguna manera al arte culinario. Algunas hacían platillos especiales para la venta al público, con lo que ayudaban con los gastos del convento; otras elaboraban dulces y conservas para regalar al virrey, al arzobispo o a algún benefactor del convento. Ello se consideraba una manera fina y delicada de solicitar fondos o favores de las autoridades.
Los conventos eran los más importantes productores de dulces en la Nueva España. Reproducían recetas traídas de España por otras compañeras o inventaban nuevas usando frutas e ingredientes locales. Muchos conventos tenían sus propias especialidades culinarias y lograron fama por ellas.
Las recetas favoritas fueron anotadas por las monjas como un recordatorio personal. Las recetas de puño y letra de Sor Juana Inés de la Cruz de mediados del s. XVII y publicadas como Libro de cocina del Convento de San Jerónimo, constituyen el más antiguo recetario de México.
Ahora, no todas las teorías sobre los conventos y las monjas son muy religiosas que digamos. Según la célebre chef Marta Ortiz Chapa del restaurante Dulce Patria las hermanas soltaban toda su tensión sexual dentro de la comida pues a algún lugar debía de ir. Por una razón le dieron chile a Iturbide y no tacos o pozole.
Hablando del chile en nogada, ésta es una de las recetas más famosas salidas del convento que tenemos en México. Este platillo fue creado en Puebla por monjas clarisas del convento de Santa Mónica como un homenaje a Agustín de Iturbide cuando volvió de firmar en Córdoba la Independencia de México. Otro legado cultural delicioso de las monjas a nuestros estómagos es el mole negro pues este platillo (cuya receta original utilizaba cerca de un centenar de ingredientes), fue creado en Puebla de los Ángeles en el siglo XVII por la Madre Andrea de la Asunción, monja dominica del convento de Santa Rosa con motivo de una celebración.
Si gustas de probar un poco del sabor y la estética de estos antiguos conventos aquí va una recomendación. Te invitamos a que disfrutes tanto sus platillos típicos como el chile relleno, así como la cocina de autor de su chef Adrián Morales como el foie gras con manzana al mezcal. A fin de cuentas los conventos han sido siempre centros de experimentación.
El Convento
Fernández Leal 96, Coyoacán, 5554 4065.