Vale la pena el viaje. Aunque este lugar esté más allá de tierras chilangas, sin duda hay que visitarlo. Pensemos en que por algo Enrique Olvera decidió apadrinarlo y ser quien rediseñe su carta cada estación.
Comencemos. Estación se encuentra en una plaza comercial. Al llegar ahí no parecía que fuera a ocurrir ninguna experiencia maravillosa. Tiendas y mercados ocupaban el lugar en que debería haber un pasillo de comida rápida bien instalado y punto. Tras dejar el elevador, uno se encuentra con mesas de madera que parecían de un ambiente diferente al resto de la plaza.
Al sentarme no pasó ni un segundo para que nuestro mesero nos ofreciera una bebida (cerveza artesanal Minerva fue mi elección.)
Cuando el frío arremetió, nuestro mesero apareció de nuevo para ofrecernos una cobija, más ancha y confortante que la colcha de mi propia cama. Ya en confort, nos dispusimos a ver la carta. Era corta, unas cinco entradas, el mismo número de platos fuertes y tres postres. Todo obedecía a la estación. Verano en este caso. La decisión fue difícil pues la tártara de filete ya me había llegado en varias recomendaciones, así mismo la torta ahogada. Decidí hacer caso omiso de tales avisos y ordené la ensalada de vegetales y el filete con puré de papa y chícharos.
Al llegar la ensalada no parecía verano: era primavera en un plato. Flores, jitomates cherry, vainas de chícharo, zanahorias mini y diferentes brotes adornaban un plato demasiado estético para comerse. Casi. El sabor era cítrico y los pétalos de rosa eran amargos. Los demás vegetales eran crocantes pero suaves, al mismo tiempo. Y su dulzura balanceó todo perfectamente.
Siendo yo carnívoro empedernido, cuando tuve el filete que ordené enfrente no dude ni dos segundos en cortarlo. Era perfectamente rosa por dentro y dorado por fuera. Seguramente fue ésta una de las carnes más suaves que he comido, y en una presentación tan simple que demostró la confianza de los chefs en el platillo.
Mi pareja pidió el chile en nogada, pues ya es época. Sobra decir que me comí la mitad de su platillo y que le debo un regreso a Estación.
La elección del postre no fue cosa fácil, las pocas alternativas se hacen difíciles cuando escoges entre un pie de limón reconstruido, un café de olla a modo de postre y un fondant de mole de chocolate. Decidí. Sin duda necesitaría un poco de café como digestivo: me fui por el de olla en un combo postre-bebida. Fue la estrella de la noche. La decoración con pétalos de flores, pequeños cubos de gelatina de piloncillo y la tierra de café se unieron en mi boca para rememebrar, en frío, la clásica bebida mexicana.
El norte ya merecía un lugar de estos.
Para quienes duden en hacer el viaje van dos notas mentales: 1) ni está tan lejos, 2) vale completamente la pena.
Estación
Bosque de Arrayán s/n, Zona Esmeralda, Atizapan. (Centro comercial City Center).
Tel. 2165 4336