Es conocido por todos: en la mesa se firma la paz, se declara la guerra o simplemente se cierra un buen negocio. Aquí te presentamos una selección de lugares con servicio discreto, buena carta de vinos y ricas especialidades para esas comidas o cenas con “socios”. Para ver las direcciones, mapa y reseña extendida da click en el nombre del restaurante.
Bellinghausen: Es uno de los sitios con mayor tradición en la ciudad (y decir eso equivale a cien años de servicio ininterrumpido). Es del tipo de lugares en el que si te haces cliente frecuente te van a saludar por nombre y van a tener a la mano lo que te gusta, “lo de siempre”. En platillos hay opciones clasiquísimas como el filete chemita.
Beluz: Aquí se puede cerrar un trato entre los humos de unos habanos (tienen una pequeña tienda especializada al respecto).Muchas de las especialidades del menú tienen como base productos del mar -principalemente el atún-, de fácil digestión, que convierte al restaurante en un buen lugar para comer al medio día y volver con la pila recargada a la oficina.
Odeón: Es el hermano sofisticado de la cadena Los Canarios (sello a notar sobretodo en la decoración).La sopa de fideo es un clásico importado de su hermano de cadena Los Canarios, en la carta también se puede encontrar un variado rango de ricos clásicos como los huevos rotos (papas fritas con huevo estrellado) acompañados de tiras de jamón serrano, el carpaccio de pulpo y las flores de calabaza rellenas de queso de cabra.
Suntory: Alrededor de una mesa de teppanyaki o de un servicio ceremonioso las juntas de negocios pueden resultar muy satisfactorias. Parte del atractivo del lugar son los teppanyakis; sean de pescado, carne, pollo, mariscos o mixtos, definitivamente no hay quien los iguale.
Biko: La simpatía y buen sazón del chef Mikel Alonso le ha ganado feligreses no sólo en la ciudad sino en el mundo. La del Biko es una experiencia que busca provocar al paladar (y a la vista) con la mezcla de sabores inusitados. Aquí una salsa de apio se sirve como pincelada en el plato. Además, para los que no buscan una experiencia aventurera Biko ha sabido conservar los sabores de antaño de la cocina vasco-francesa en platillos como el chuletón o el arroz negro.
Sud 777: Con toda la buena estrella el chef Edgar Nuñez se atrevió a hacer lo qu emuy pocos: puso un restaurante de fine dining en una zona residencial (en la que no hay más que casonas) y lo mantiene al tope. El Sud gana muchos puntos por su arquitectura y decoración y otros muchos por su comida, con un acento francés. Es el lugar ideal para parejas (sobretodo la parte del lounge), para un desayuno en su bistro o para quedar bien en alguna reunión llevando el postre o algún producto de su tiendita gourmet.
Bakéa: No es de buen ambiente, ni el lugar en el que te vas a sentir en onda. Es el sitio al que se va religiosamente a comer muy bien, platillos muy tradicionales. Aquí las cartas de presentación del chef Vicente Etchegaray son platos sencillos como la sopa de ajo o la carne en salsa de morillas. Un respeto y culto a los orígenes vasco franceses de la cocina.
Tezka: Al chef Pedro Martín le gusta marcar la diferencia entre un restaurante “caro” y un restaurante “costoso”. En el primero, dice, te dan gato por liebre, en el segundo sentarse a comer es más una inversión. El suyo es de los segundos: productos del día (que el mismo va a buscar al mercado), técnicas de alta cocina y mucha creatividad. También el menú de degustación es la mejor manera de disfrutar la experiencia.