La imagen de una persona acercándose una copa a la nariz (de cualquier tipo de bebida) intentando encontrar el "bouqué" es la primera que se nos viene a la mente cuando alguien menciona la palabra cata. También viene acompañada de otra persona agitando la misma copa y alzando una ceja.
A veces eso ocurre. Pero no importa. Las catas no son para mamonear sino para sacarle jugo y entender por qué una bebida huele a lo que huele y sabe a lo que sabe (las propiedades organolépticas, pues).
Lo chido de las catas es que el sentido que más interviene es el olfato. Al hacerlo te das cuenta de dos cosas: de qué aunque fumes no sabes bien a que huele el tabaco y de que de verdad un vino, un café o un whiskey si huele a "frutas del bosque".
Aquí te lo ponemos facilito, con lo necesario para que practiques en casa, y seas tú el que alce la ceja la próxima vez.