Durante la conquista, los gachupínes se referían a nuestra
comida y a nuestras costumbres culinarias con desdén. Francisco López
Gomara decía "Comen en el suelo, y
suciamente se limpian en los vestidos[…] Pocas cosas vivas dejan de comer.
Culebras, sin cola ni cabeza. Perrillos que no gañen, castrados y cebados".
¡Qué barbaridad! ¡Pobres perritos castrados! Aunque seguramente sabían más rico
que los herejes españoles cocidos a las brasas.
Muy a pesar de que nuestros conquistadores ibéricos intentaron prohibir el consumo
y producción de varios productos, no lograron erradicarlos. Sin embargo nuestra
comida cambio "rete-hartísimo" después de la invasión del señor Cortés, no sólo por los nuevos
productos, sino también por las nuevas costumbres introducidas por los
españoles.
Un ejemplo sencillo es el compadrazgo; hoy en día, los compadres más que
apadrinar al bautizado, se encargan de la fiesta. Siempre hemos sido fiesteros, pero
desde que nos conquistaron, las celebraciones religiosas han sido una perfecta
excusa para armar la comilona y la borrachera después de "purificarnos" en misa
(quezque el bodorrio de los tortolillos, quezque los quince años de la chamaca,
quezque el bautizo del escuincle).
El mestizaje cultural, racial y culinario es lo que nos
caracteriza hoy en día. Los españoles nos conquistaron; sin embargo, no
erradicaron nuestra comida, después nos independizamos, pero no de sus productos. Años después armamos una Revolución, en la que la
comida también evolucionó hasta transformarse en lo que es hoy en
día: una gastronomía atesorada, aplaudida e influyente en todo el mundo.
Ahora sí hijos, nada de chistines que este es un artículo
serio, tan serio como nuestra historia (interprétenlo como prefieran).
Denle
next y cultívense en los primeros cien años de vida culinaria independiente.