En “Los juegos del hambre”, Pedro Reyes escribe sobre comida en la Ciudad de México. Puedes leer su columna quincenal acá. En esta entrega: 40 lugares para comer en la Juárez.
Vivo a una cuadra de la Juárez, ese terruño legado del porfiriato que nació fastuoso, con edificaciones de una cuadra y autos que avanzaban sobre adoquines afrancesados. A mitades del siglo XX vino a menos y eso le dio un toque bipolar que hoy la vuelve fascinante: aristócrata pero vulgar. La colonia asiática y la comunidad LGBT+ de la Zona Rosa colaboraron con algo de esa energía que solo las grandes ciudades pueden presumir. Lo cierto es que, hoy, en la Juárez se come de poca madre, desde Lieja hasta Bucareli y desde Reforma hasta Chapultepec.
Estoy parado sobre el metro Sevilla en el ángulo inferior izquierdo de la colonia. Si la caminamos de izquierda a derecha, arrancamos por Burdeos con los taquitos de birria estilo Jalisco que están detrás del Four Seasons, mucho mejor opción que su paisano El Pialadero que está sobre Lieja. Ahí damos vuelta en Hamburgo, donde nos topamos con el recién abierto Elly’s, de la chef Elly Fraser, que llegó de Nueva York. Seguimos por Hamburgo hasta llegar a Toledo. Al lado de la vinatería se encuentra la carnicería Parque Luna, donde venden unas carnitas míticas (el secreto es pedirlas con longaniza). Casi enfrente está La Texcocana: históricas tortas frías que nacieron frente al Teatro Metropólitan, y adelantito Doña Blanca, una fondita rica que cada vez tiene más sucursales.
Si damos a la izquierda, sobre Praga, llegamos a uno de los clásicos: Casa Bell, primo del Bellinghausen que está sobre Londres, otro clásico, ambos herederos del Prendes y su famoso filete Chemita. Hablando de clásicos, sobre Reforma tenemos el París 16, conocido por sus chiles en nogada, y La Lanterna, italiano de cepa que recibe nostálgicos y uno que otro oficinista. Una cuadra antes, en Varsovia, el Yug Vegetariano, que ya no tiene tanto de vegetariano pero desde 1963 cumple cabalmente con el intento. Hacemos escala en Dresden, donde está el tan instagrameado Niddo, y derecho por Praga los primeros trazos del asentamiento asiático: Harimgak, de fusión china y coreana; Don Doeji, sobre Londres, y en Liverpool, dos de los coreanos más visitados: Na De Fo y Mapo Gal Bi.
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Tan sólo en la calle de Londres nos podríamos aventar un par de semanas sin repetir. El Wan Wan y su compinche, Kaminari Tonkotsu Ramen, son en mi opinión los mejores japoneses de la zona. Adelantito, la fonda Beatricita, que por más de 100 años ha vendido antojitos y comida corrida. Un poco más adelante, no una, sino dos Casas de Toño, alimentando a la fauna trasnochada. El Dragón, con su increíble pato laqueado, y el Ji Pin Yu con su cocina de Sichuán, alzan la mano representando dignamente la oferta china.
Del otro lado de Insurgentes se pone un poco más hípster la cosa, con excepción de los tacos de chamorro y los de guisado que se ponen de día sobre Niza. En la intersección de Londres y Dinamarca, en la plaza Washington, la trifecta compuesta por Loose Blues, Cicatriz y la chocolatería La Rifa. Y a un costado, La Barrita, marisquería que está haciendo buen ruidito. Sobre Havre, el rincón más fifí, con Café Nin, de Elena Reygadas; Havre 77, de Eduardo García; Kyo, de Edo Kobayashi, y Cancino, de los Archipiélagos. Y así nos acercamos a la frontera oriente, con tres bares perrones: Hanky Panky, Xamán y Parker & Lenox. Dos de las propuestas más recientes: Lucio (con sus Taco Tuesdays), en Versalles 92, y Dr. Pizza (estilo Chicago), en Lucerna 70-B. También en Lucerna, un cantineo yucateco en El Círculo del Sureste y, en General Prim 95, cocina de la Baja en Amaya, del chef Jair Téllez. Para el postre, un helado en Casa Morgana, en Milán 36.
Termina la caminata. Fueron 40 lugares para comer en la Juárez, pero pudieron haber sido más. Te quiero mucho, colonia Juárez.
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