Los elegidos del cadenero

Fin de semana. Alrededor de la una de la mañana, la noche apenas comienza en cualquier antro del DF. Antes, un grupo de amigos ya se ha enfiestado en algún bar y las bondades del alcohol en el cuerpo…

Fin de semana. Alrededor de la una de la mañana, la noche apenas comienza en cualquier antro del DF. Antes, un grupo de amigos ya se ha enfiestado en algún bar y las bondades del alcohol en el cuerpo hacen más tolerable el proceso de la cadena, ese momento en el que por unos minutos “el amo de puerta” se convierte en el soberano de la noche chilanga.  El nombre del personaje suena a coro entre la multitud, como si fuera una estrella pop en concierto (ya sea “Camello”, “Zemmoa” o algún nuevo sucesor), acompañado de un «somos cuatro, papá», o «bróder, tengo reservación». Suplican su atención las bocas de quienes desean su visto bueno y ser “los elegidos”. 

Nuestra ciudad es refugio para cualquier animal nocturno que desee un poco de diversión.

Aquellos, cuyo oficio es el de seleccionar a la gente, parecen disfrutar el momento; están discretamente atentos a todo lo que ocurre e inspeccionan a los que están del otro lado. Uno de ellos confiesa que para entrar cuenta mucho la forma de vestir, la actitud y mostrarse seguro: «Como te ven, te tratan», dice. Esta versión de la noche discrimina pero es un código al que nadie parece oponerse. Cuando dice «pásale» y levanta la cadena, la noche se reivindica. Dentro, la música suena fuerte y las luces pueden resultar engañosas; no es lugar para platicar, se baila con intensidad. Ellas se pasean perfumadas en minifaldas o vestidos ajustados, tacones altos y escotes que reclaman atención. Ellos, con sacos, camisas desabotonadas y zapatos de vestir. 

El lugar donde uno decide situarse también es una afirmación; puedes beber en la barra con una actitud relajada, elegir alguna mesa del VIP y pedir una champaña («un mollete, papawh») u optar por algún rincón secreto del lugar –donde la tranquilidad permite dar rienda suelta a cualquier “antojo”.

Al calor de un ron, vodka, whisky o algunas perlas negras, la música parece resonar más fuerte en los oídos y exhorta al cuerpo a moverse. Despierta tus instintos más sociales. Es liberadora. Invita a seguir embriagándose y declararse ganador o perdedor según lo que se esté buscando: distracción, mujeres, hombres, alcohol, drogas. Y esta ciudad es refugio para cualquier animal nocturno que desee un poco de diversión. Cualquiera. Si no se logra el objetivo, la noche es joven o será el próximo fin de semana…

Los lugares que te recomendamos para tu noche pop son:

Terraza del Hotel Downtown

Sens

Jules

La No. 20

Prey

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