Las cantinas son lugares que fungen como cronistas silenciosos de nuestra ciudad. Por sus paredes han desfilado un sinfín de personajes tan variados como sus bebidas. Algunos locales rondan los 60 años de edad, otros rebasan el siglo de vida. El Centro Histórico es hogar de por lo menos cinco espacios legendarios que merecen una visita.
La Ópera
En 1876 este lugar se convirtió en el espacio para ir después de las funciones vespertinas del Teatro Nacional. Para 1895 era tal la cantidad de clientes que se trasladaron a su actual ubicación en la calle 5 de mayo. Una bala incrustada en el techo es motivo de visita de uno que otro curioso, pues se dice que Pancho Villa disparó su pistola durante una borrachera. Por su salón han pasado desde personajes como Porfirio Díaz, hasta políticos e intelectuales contemporáneos como Carlos Fuentes, García Márquez y Jacobo Zabludovsky. Y si no te atrae la historia del lugar, su pulpo a la gallega es buen pretexto para cruzar su puerta.
El Gallo de Oro
El ambiente de cantina más antiguo de la ciudad se encuentra en la esquina de Venustiano Carranza y Bolívar. Desde sus inicios en 1874, El Gallo de Oro se ubicó entre los lugares predilectos de poetas, políticos y toreros. En su carta encuentras las típicas botanas como los pepitos de lomo de res con jitomate, cebolla y rajas. Vale la pena ordenar el plato de la casa, un pollito de leche adobado y cocinado a las brasas. De lunes a viernes hay un menú a buen precio que deja satisfecho a más de uno. Si los visitas en fin de semana, puedes entrarle al buffet.
La Peninsular
Porque en algún lugar del mundo son las cinco de la tarde, esta cantina inicia actividades desde las doce del día. De su centenaria barra han salido tragos de todo tipo y en la parte culinaria el eje son los antojitos mexicanos. Entre los favoritos están los tacos de cecina, el caldo de pollo y la clásica milanesa. No es el sitio más turístico, pues sus clientes frecuentes son trabajadores del rumbo. Aunque se rumora que en sus épocas de esplendor, Lucha Villa era asidua.
El Tío Pepe
Pareciera que el tiempo se detuvo dentro de El Tío Pepe desde 1874. La antigua barra es prueba de ello. Detrás de una de sus puertas se mantiene el letrero con la leyenda de la prohibición femenina, pero es mera nostalgia pues cualquiera es bienvenido. Hoy quien acude a esta cantina son adultos entrados en canas, turistas y algún joven que quiere conocer el lugar donde William Burroughs acudía por un par de tragos. No hay una carta como tal, aquí se sirve botana o el típico caldito de camarón acompañado de unos tacos de guisado que cambian a diario.
La Faena
Lo que alguna vez fue el Museo Taurino, ahora es una de las cantinas con más historia de la ciudad. Al entrar, te reciben trajes de luces y carteles de corridas de toros. El lugar se caracteriza por la amabilidad de sus meseros siempre dispuestos a contar alguna de sus anécdotas. Para ambientar tienen una rocola de la que salen grandes éxitos de los ochentas. Antes de salir, tómate el tiempo para leer las frases apuntadas en los mosaicos. Aprenderás un poco de sabiduría popular. Fundada en 1954, La Faena es como ir a beber a un museo.
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