En otoño, cuando caen las hojas, ¡Jamaica vive!
Margarito Zamora Flores vende arreglos florales al principio del carril 3. Es de Puebla y forma parte del Mercado de Jamaica desde hace quince años. Nos cuenta que Jamaica ha cerrado únicamente dos veces en su larga historia. Fue uno de los grandes damnificados por el sismo más devastador de la historia de la Ciudad de México, el 19 de septiembre de 1985. Aunque por fortuna no hubo un solo fallecido dentro del inmueble, a pesar de que este monstruo opera las 24 horas del día los 365 días del año, una nave se derrumbó y otra se inclinó.
Entonces Protección Civil ordenó la salida de todes les locataries, quienes ecidieron seguir vendiendo sobre la calle de Guillermo Prieto sin autorización, hasta que “un día el gobierno mandó camionetas para que levantaran el comercio. Entraron como si fuera trascabo. Se llevaron todos nuestros puestos, básculas y producto”.
Pasaban los días, que a les locataries se les hacían interminables por haber perdido su medio de subsistencia. Mientras el mercado permanecía cerrado, corrían rumores de que se les reubicaría en la Central de Abasto, en un terreno en el que entraban los camiones que surtían a la central y que llamaban la Pernocta y actualmente se conoce como Jamaiquita, gracias a les locataries que aceptaron la reubicación.
Dicha reubicación no fue más que una estratagema política orquestada por el presidente Miguel de la Madrid, a través de un decreto para el reordenamiento del comercio publicado en el Diario Oficial de la Federación el 4 de agosto de 1983, y que encontró en los daños ocasionados por el sismo un excelente pretexto.
En él se estipulaba que los mercados de mayoreo de toda la ciudad fueran absorbidos por la Central de Abasto, ubicada en la alcaldía de Iztapalapa. Así, una vez más, les locataries de Jamaica se unieron en el Zócalo capitalino para exigir la reconstrucción de su mercado.
La consigna principal fue “¡Jamaica Vive! ¡Jamaica no se vende!”.
Este movimiento contó con enorme apoyo popular. Les manifestantes regalaban flores a los paseantes, que se unían a sus arengas.
Fue así como las células del Mercado de Jamaica recuperaron su cuerpo en menos de un mes. El 23 de septiembre de 1986 se hizo la reapertura oficial con una gran fiesta grande que, según nos cuenta doña Margarita, contó con un bailongo amenizado por la Sonora Santanera.
Al ritmo de La boa, Perfume de Gardenia o Amor de cabaret, locataries y la clientela celebraron bailando el segundo aire de su mercado con una de las agrupaciones más importantes en su género, contratada con la coperacha de todes les ocupantes.
Para 1989 el Mercado de Jamaica se había reconstruido con una nueva gran estructura de hierro y fue bautizado como “¡Jamaica Vive!”. Además se constituyó como autogestivo, es decir, las autoridades federales y capitalinas les dieron plena capacidad a los habitantes del mercado para generar y administrar sus propios recursos.
Jamaica cuenta desde entonces con su propia mesa directiva, de la que doña Margarita forma parte. Quienes forman parte de la mesa se designan por les propies locataries, y pueden ser reelegides con base en su buen desempeño para gestionar cada uno de los rincones y necesidades del mercado.
El segundo cierre del Mercado de Jamaica, nos cuenta Margarito, fue por la pandemia de covid-19, del 7 al 25 de mayo de 2020. Todavía no se recuperan de las pérdidas.
El invierno: los fiestones que hacen famoso al Mercado de Jamaica
Susana Campos tiene su puesto desde hace 22 años en el área de follajes, a la que también llaman “flores muertas”. Vende flores frescas exóticas, como eliconias, cártamo o leucus. Al tiempo que nos muestra con orgullo su producto, habla con cariño sobre el Mercado de Jamaica y nos explica que, más que un conjunto de locales, es un ser vivo al que sus locataries y la clientela rinden homenaje cada año.
Susana rememora con nostalgia esas fiestas a las que puede sumarse cualquier persona:
“En cada carril se pone un grupo musical de diferentes géneros: pueden ser norteños, salseros, cumbiancheros o reguetoneros. Los puestos siguen abiertos y los mismos locatarios venden antojitos mexicanos. Todos son bienvenidos a bailar”.
Las coloridas romerías
Los días que el mercado se viste de los colores de las temporadas de más venta tienen que ver con algunas de las celebraciones más importantes del año; se conocen como romerías.
La primera es el 14 de febrero, Día del Amor y la Amistad, que se celebra solo en esa fecha. Los pasillos se pintan de rojo y rosa, por las flores que dominan en esa festividad: las rosas.
La segunda romería del año es por el 10 de mayo, Día de la Madre. Es la más grande de todas y dura toda una semana. Los pasillos se cargan de las flores propias del verano. Además de las habituales rosas, gerberas y girasoles, se abren paso los geranios, dalias y echinaceas.
Sigue la romería de septiembre, que también dura una semana, cuando el mercado se viste de los colores patrios con la venta de banderas y adornos para celebrar el Día de la Independencia, además del verde de la lechuga, el rojo de los rábanos y el blanco del maíz y la cebolla, con los que se prepara el pozole, plato tradicional de esas fiestas.
Pero no todo es jolgorio para les locataries. También tienen sus momentos de reflexión, como en la romería de Día de Muertos, una semana en la que los pasillos se llenan con aromas de copal, cempasúchil e incienso. El color predominante es el amarillo del cempasúchil, la calabaza en tacha y el camote en dulce. Niñes disfrazades corren por todas partes.
También obedecen a esa vena profundamente espiritual cuando cada 12 de diciembre hacen su peregrinación a la Basílica de Guadalupe, junto con los locatarios del mercado de comida y el mercado de zona que tienen el mismo nombre.
La última romería del año es del 15 al 24 de diciembre. En estas fechas los pasillos se visten de luces de colores y el mercado se inunda de olor a pino. Se venden árboles de Navidad, esferas, adornos, material para nacimientos, piñatas y nochebuenas.
Una festividad que celebran los locatarios por puro gusto es el Día del Niñe; no venden productos relacionados con ese día pero contratan zanqueros y trenecito, y regalan dulces y juguetes a cualquier niño que ande por ahí.
El esqueleto del Mercado de Jamaica
Toñita nos cuenta que el Mercado de Jamaica está formado por tres naves: Jamaica Comidas (famoso por su sus ricos huaraches), Jamaica Zona (que ofrece mercancías similares a cualquier otro mercado capitalino) y Jamaica Nuevo (el mercado mayorista de flores).
Jamaica Nuevo (o “flores y legumbres”) cuenta con cuatro carriles. En el 1 y el 2 se venden únicamente flores: al mayoreo, arreglos, coronas, follajes, flores exóticas y arreglos “eclesiásticos” (coronas para difuntos, arreglos y arcos para iglesias y sepelios). En el carril 3 antes se ofrecían nada más frutas, verduras y legumbres, pero hoy en día se venden además regalos y ropa. El carril 4 es exclusivo para frutas, verduras y legumbres.
Desde 1957 y lo largo de los años se sumaron al ecosistema de Jamaica, además de les capitalines, productores de Puebla, Veracruz, Morelos, Michoacán, Estado de México y muchos otros rincones del país que ofrecen sus mercancías a les locataries en camionetas pick up que transitan por los cuatro carriles a lo largo del día. También tú puedes comprarles y adquirir desde una flor hasta el camión entero a precio de mayoreo.
En estos carriles nada es estático. Cuenta doña Margarita que cuando no había espacios fijos, les vendedores hacían relevos. Les lechugueres llegaban de madrugada y se iban a las 9 o 10; entonces llegaban las personas que vendían frutas, flores o verduras, que se iban aproximadamente a las 6 de la tarde.
La constancia de les comerciantes para vender en ese espacio les hizo acreedores a un sitio propio y gratuito cuando se construyó el mercado. Desde entonces cuenta con 22 mil metros cuadrados de superficie y mil 312 locales.
Cada une de les locataries tiene mil historias que contar. También han sido parte de estos muros algunes personajes ambulantes que han dado vida y colorido al lugar. Como los titiriteros en los 80, el señor que en los 70 presentaba a su oso bailarín mientras la gente vitoreaba “¡Que baile el oso, que baile!”. O el sombrerero de los 90 que vendía su mercancía al tiempo que entonaba “Sombras nada más”.
Un ciclo sin descanso
La actividad del monstruo es imparable, permanente. Está de pie las 24 horas del día los 365 días del año, pero no se ve cansado: siempre parece sonriente y relajado, y ofrece un remanso de naturaleza para descansar del caos cotidiano de la capital.
Jamaica es polifacético y sigue mutando, ahora de festejo en festejo y de estación en estación. A veces huele a rosas, jazmín o lavanda, otras a incienso, copal y cera de velas. En ocasiones se disfraza de Santa Claus y otras de diablo, calaverita o Virgen de Guadalupe.
Pero lo más importante es que Jamaica vive y está listo para recibirte con los brazos abiertos.
Dirección: Guillermo Prieto 45, Jamaica, 15800 CDMX
Horario: abierto las 24 horas los 365 días del año
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