Ellos están ahí en las buenas y en las malas. Te acompañaron en tu felicidad el día en que perdiste la virginidad y en tu dolor cuando tus papás te dijeron que eras adoptado. Siempre saben cuándo es momento de comprar un six, darte un fuerte abrazo y llorar a tu lado; aunque también hay quienes son expertos en demostrarte que en la amistad no es todo bondad, que uno necesita recibir sus buenos trancazos de realidad, y ellos están ahí para dártelos. Y después bajarte la hinchazón con unos tragos.
Hablemos, pues, de los tipos de amigos…
Los de la fiesta
Si traes ganas de salir, sabes que basta con tomar el teléfono y hacerles una llamada para que se arme tremendo pachangón en menos de dos horas. Con ellos compartirás destrampe, baile, babas, vergüenzas y caminatas por la ciudad a altas horas de la noche. Son tu motor para levantarte al día siguiente para curarte la cruda.
Los de antaño
Ya mejor no quieres hacer cuentas de hace cuánto tiempo los conoces. Puede ser uno solo o un grupito completo. Con ellos también te echas tus drinks, pero tienes la certeza de que estos no se convertirán en bacanales insensatos (como ocurre con los de arriba), aquí viene una bonita plática incluida, cenita, musiquita, hartas risas y la seguridad –también– de que esa noche dormirás en tu casita.
Los de la infancia
Tu mamá se sabe su nombre completo y siempre que te ve te pregunta por ellos y te pide que le hagas el favor de mandarle saludos a la mamá de tu amiguita. Es más probable que ella la ubique si se la encuentra en la calle, lo cierto es que fue con ellos con quienes aplicaste las mejores travesuras de tu vida. Qué tiempos. Anciano.
Los de una vez al año
Cada vez que los ves se la pasan bomba. Y, menos mal, porque se tardan muchísimo en ponerse de acuerdo: ambos tienen una agenda saturadísima, eso o en el fondo tienen muy poquititas ganas de verse. Lo bueno es que como ha pasado tanto tiempo hay mucho con qué actualizarse, así que cuando ya les están cerrando el changarro en el que se quedaron de ver y ha llegado la hora de despedirse casi casi los tienen que separar con navaja.
Los que pretenden que son tus amigos
Tu sexto sentido te dice que no debes confiar en él/ella, como que lo ves y dices: “aquí hay gato encerrado”. Sin embargo, tiene sus momentos, y nada más por eso has querido seguirlo teniendo cerca. Además eso dicen, ¿no?, “A los amigos hay que tenerlos cerca…y a los enemigos más”. Ahí ya depende de cada quién.
Los del face
Sí, sí sabes de cuáles hablamos, de esos a los que no tienes idea de quién diablos son pero que les diste “Agregar como amigo” porque 1) se veía guapo/a, 2) era amigo de otro amigo tuyo (y después de preguntar descubres que él tampoco lo conocía), 3) tu mente maquiavélica te hizo pensar que en una de esas esa amistad podría convenirte. Puede que llegues a algo con esos amigos, a darles like y hasta ahí.
Los roba novios/as
Hay quienes dicen que tu amistad siempre va a ser lo más importante, incluso que esa/e mujer/hombre que se le paró enfrente, lo dejó embobado y te ha hecho pensar que es el amor de tu vida. Ah, pero también hay a quienes les vale desde el principio y no tienen un poquito de afecto por tu sensible corazón. Y puede ser que te baje el novio, la chamba, los mejores amigos o hasta tu casa.
Los con derechos
¡Porque a la amistad hay que darle amor! De lo contrario ¿de qué sirve esto de las relaciones? Si tienes o has tenido un/a amigo/a con derechos sabes que ellos siempre estarán ahí, basta con tomar el whattsapp y oprimir unas cuantas teclas. En público tú y él parecen dos cuates como cualquiera otros, pero en privado, uf, arrancan ropa, muerden carne, echan fuego. Esas reuniones previas en las que se encuentran “por casualidad” son el umbral perfecto para calentar los ánimos. Al final, sus pequeñas dósis de amistad te dejan sonrisas que duran meses completos.
Los cómplices
Si tienes un chisme es a él/ella a quien recurres. Sabes que nadie más lo valorará. Si de pronto te enteras de que hay alguien que te considera su enemigo a muerte, éste se convertirá en el suyo también. Sabes que él estará ahí para darte los mejores consejos, o cuando menos para escucharte y hacer de tus maldiciones las suyas, ¿por qué no? No lo dejes ir porque es un hecho comprobado que te conviene más tenerlo como amigo que como enemigo.