Después del estruendo viene el silencio. Un puño levantado, luego otro. Decenas, cientos de manos se alzaron en un instante para ordenar silencio en el único edificio que se derrumbó en Lindavista. Luego de permanecer 24 horas bajo los escombros del edificio 911, en las calles de Coquimbo y Sierravista, José Ponce está vivo.
Segundos después, los cientos de puños se abrieron y se escucharon aplausos. José Ponce fue rescatado con vida al norte de la Ciudad de México.
La imagen de un hombre de 67 años respirando, a bordo de la ambulancia que lo transporta aún con vida, inspira a todos para seguir buscando sobrevivientes.
Son las cuatro de la tarde del martes 20 de septiembre. Aún hay cinco personas en las entrañas del conjunto habitacional, tras el terremoto de 7.1 grados.
Los ojos de los capitalinos no sólo se volcaron hacia el centro y sur de la ciudad. Los brazos, los picos, las palas, los cascos y toda la ayuda llegó también a Lindavista, donde se reunieron autoridades y vecinos de colonias aledañas y de otras entidades, como el Estado de México y hasta de Guanajuato, quienes acudieron a sacar piedras, cortar varillas y acarrear víveres.
El bullicio está en todas partes. «Dios te salve María», reza un trío de monjas al borde de la calle. «Es Roberto, estoy seguro», ruegan los familiares. «¿A alguien le falta torta?», preguntan dos jóvenes que llegan de Martín Carrera a repartir comida. «Nos hubiera gustado que hicieran lo mismo por nosotros», dicen.
«¡Silencio!», gritan los elementos de Protección Civil y los puños se vuelven a levantar. Al interior del edificio, 22 brigadistas del Ejército Nacional, del Grupo Especializado de Rescate USAR-Guanajuato, entre otros, intentan escuchar algo. Todos los ojos viran hacia la escena del derrumbe, nadie sabe qué esperar.
Decenas de voluntarios aguardan con palas, carretillas, botes de pintura vacíos para ayudar a acarrear piedras. Una multitud que llena dos cuadras a la redonda. Pero ninguno de ellos puede entrar ya: elementos de Protección Civil y del Ejército han tomado el control de la zona desde la noche del martes y no permiten el acceso a nadie.
«Nosotros sabemos cómo está todo allá adentro y por dónde hay que pasar; en cambio, miren a esos, no hacen nada, sólo están ahí, echados», dice Xavier Robledo, jubilado 82 años, mientras señala a las autoridades.
«El rescate en Lindavista que se está haciendo es realizado por gente especializada, por lo que los ciudadanos con intenciones de rescatar no deben sentirse mal porque no se les dé el acceso y necesitamos el mayor orden y silencio para escuchar allá adentro», explica Jorge Rodríguez, Tercer Oficial del Pentatlón.
Lo cierto es que el rescate se realiza de manera casi quirúrgica. Los brigadistas salen y entran en silencio, en intervalos de media hora, pero los civiles permanecen fuera de la escena.
El delegado de la Gustavo A. Madero, Víctor Hugo Lobo, sale del polvo para calmar los ánimos: «Quedan cinco personas adentro, no sabemos aún su estado». No hay novedad, pero los vecinos no están dispuestos a retirarse.
A las cuatro de la tarde llega Walkiria, con el pelo mojado y la lengua de fuera. Jorge Zamora, su dueño, explica que estuvieron trabajando anoche en el edificio caído en Álvaro Obregón. El binomio canino logró identificar a cuatro personas entre los restos y a otras 17 en la fábrica caída de la colonia Tránsito. A ambos les hubiera gustado descansar, pero recibieron un aviso de que hacían falta perros en el edificio de Lindavista.
Ella es Walkiria, tiene 11 años y encontró a 4 en #AlvaroObregon286 y llegó a #CoquimboLindavista para ayudar @ChilangoCom pic.twitter.com/grVIuxZGil
— Xanath Lastiri (@XanathLastiri) September 21, 2017
El silencio vuelve a fisurar el alma de todos. Los puños nuevamente arriba. Un perro ladra. Otra persona ha sido hallada. Los minutos pasan. Nada… Cinco personas seguían atrapadas. Los brigadistas a quienes no dejaron entrar hasta Coquimbo descansan con sus palas y picos sobre los muros de las casas intactas.
Llegó la lluvia. En un momento colocan palas y botes para evitar las goteras, algunos se retiran, otros sólo se refugian. Los puños permanecen abajo. Esta vez el silencio se hizo por otra cosa, por la voluntad humana y el hueco que ocasiona el no poder ver a Marisol Souza, Jesús Hernández, Elú Escamilla o Erika García y de otra persona quienes siguen bajo los escombros.