¿Cuántos secretos guarda el espacio de trabajo?, ese templo de creación, convivencia y encierro… Nueve horas diarias de aislamiento (punto y aparte del mundo real) deben tener alguna consecuencia. La vida Godínez es un submundo lleno de reglas, secretos y sentimientos encontrados.
Analizamos las situaciones de las que nadie habla, pero que todos saben. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
1- La taza del café:
Ese artefacto que transporta el líquido sagrado que nos ayuda a despertar. ¿Quién la lava diario?, ¿quién lleva un mes con fósiles de café asentado?, no lo sabemos… Lo único cierto es que la elección personal dice mucho de cada personaje oficiníl. No es lo mismo una de los Simpsons que una del concierto de Gloria Trevi.
2- El cajón con llave:
Aquí habitan desde los remedios para la emergencia, hasta el munchi secreto que no se quiere compartir. Es el equivalente al buró de nuestras casas donde ponemos la Nutella que no queremos que los hermanos ataquen.
3- El compañero dos caras:
No piensen mal, no es un doble cara de esos que te aman por la mañana y te odian por la noche. Se trata de aquel que después de tres copitas es otro ser humano; pasa de la normalidad a la intensidad por completo. De ser el marido perfecto a querer ser tu amante. De Santo Job al doble de Amy Winehouse. Definitivamente no queda de otra más que salir corriendo.
4- Los gastos de representación:
Dicen que la comida y el alcohol que saben más rico son aquellos que no cuestan. Y quienes disfrutan de los gastos representativos, lo saben. Pareciera que, al pisar un restaurante, el apetito más feroz de su vida aparece: aperitivo, entrada, plato fuerte, postre, digestivo y lo que surja. A la hora de pasar la factura, la culpa es del cliente: “ay, es que es un tragón”.
5- Los chismes:
La sal y pimienta de la vida Godínez; sin ellos estaríamos perdidos. No importa si el tema del que se habla es importante o trivial, el chiste es comunicarlo. Los favoritos siempre serán: quién se echó a quién y quién le mentó la madre a quién. Amamos la desgracia ajena y darle preferencia a nuestros consentidos. El compañero mitotero, buena vibra y lleno de información secreta siempre será nuestro remedio a todos los males.
6- Exceso de confianza:
¿Quién nos quitará la comezón si no es nuestro compañero(a) de confianza?, ese que da masajes tan ricos como los de un spa. Sin el coqueteo inocente le restaríamos emoción al encierro diario. Sin necesidad de alcohol, el habitat Godínez produce efectos equivalentes al de cualquier afrodisíaco: tanta convivencia genera cariñitos de más, es inevitable. Y sí, lo que se hace en la oficina, se queda en la oficina.
7- Los traumas del de al lado:
Pareciera que todos son los mismos especímenes en la oficina, pero no es así. Cada individuo, conforme pasa el tiempo, saca su verdadero yo, dando a conocer una cara que no sabíamos que existía. Algunos sacan el cobre, otros los traumas, los miedos e inclusive la competividad. En el camino diario se sabe quién es bipolar, voluble o demasiado entusiasta, y es imposible no odiarlo y amarlo al mismo tiempo.
8- Los hábitos alimenticios:
No es una sorpresa que la gordita de la oficina se atore tres tortas a la semana o que la flaca sospechosa pida una orden de chícharos para comer. Cuando se comparte mesa y alimentos la verdad está al descubierto. Lo peor es tener que seguirle la corriente a los que inventan una dieta y piden su fruta con crema Chantilly y muchas chispas de chocolate: “Claro, Juanita, la fruta te engorda menos. Not!!!”.
9- El mil pretextos:
No puede faltar el tipito que falta una vez por semana. Sus justificaciones son tan malas que nadie se las cree, sólo el jefe “buena onda” que le perdona sus inasistencias por hacerle segunda en los table dances, a cambio de que no cuente las borracheras que se ponen juntos. “¿Qué no mató ya tres veces a su abuela y a sus dos tías?”, ¿a quién quieren hacer tonto?
10- El que se cuelga méritos ajenos:
Ese lame botas que todos odiamos por ser el que contesta: “claro que sí, jefecito” y por atrás piensa todo lo contrario. El castroso que se adjudica el mérito en equipo, pidiendo ser quien entregue el resultado final de una larga investigación. Es un odioso, ojalá lo corrieran para nunca más volverlo a ver.
11- El porno:
No existe oficina sin porno, lo niegue quien lo niegue. El sexo masculino disfruta y comparte sus “mejores piezas”, comentan los mails que recibieron y las novedades en el mundo web XXX. Seguro alguna vez han visitado el lugar de un compañero y éste ha pegado un brinco que delató qué estaba viendo online.