Hemos escuchado hablar de muchos trastornos psicológicos y, aunque la información que recibimos es constante, no logran preocuparnos en lo absoluto. Estamos seguros de que esas historias “sólo pasan en las películas o a las celebridades”. Jamás pensamos que un amigo nuestro la podría padecer o, incluso, nosotros mismos. ¿Loco yo?, nunca.
Lo cierto es que la modernidad y las exigencias sociales han conducido a gran parte de la población a desarrollar enfermedades mentales para sentirse mejor consigo mismos y encajar en círculos sociales que jamás imaginaron. También influyen los traumas de la infancia y los shocks emocionales que dejaron sin tratar. El cuerpo humano es una maquina de tiempo y si la parte más importante de él (la mente) está como olla a presión… tarde o temprano explota.
La mitomanía es un trastorno que consiste en mentir de forma patológica continuamente, distorsionando la realidad y haciéndola más soportable.
No todos los que la padecen mienten de manera descarada; hay quienes también desfiguran la realidad engrandeciendo y exagerando todo lo que dicen. Así que tal vez ese cuate que creemos “muy chistoso” por cambiar las versiones de todo podría padecer mitomanía.
Como generación hay ciertas circunstancias nos han llevado a la mitomanía, unos de maneras más graves que los otros pero al fin mitómanos. Aquí un listado de los principales motivos:
– Delirio de grandeza: Todos nos sentimos un escalón arriba de los otros. Ya nadie necesita ser de la realeza o algo parecido para creer que puede “mover sus influencias” o lograr algo.
– Fama: El talento ha pasado a segundo plano. Lo que la gente quiere es reconocimiento por cualquier tontería.
– El pasado truculento: Por desgracia muy poca gente está orgullosa de sus orígenes, de errores que cometió en el pasado y de los que hoy se arrepiente, de gente con la que se relacionó, de lo que ha aprendido a lo largo de los años…
– Paranoia colectiva: Nunca hemos sabido por quién metemos las manos al fuego y, actualmente, menos. Todo el mundo se cuida la espalda de cualquier circunstancia desagradable: desamores, desilusiones o traiciones. La diferencia es cómo lo hacemos…
– Competencia laboral: Asocian la idea de ganarse el respeto de los demás con ser alguien que no son. Ya que de lo contrario, hablar con la verdad sería salir del área de confort y exponerse a un mal recibimiento.
– La idealización de figuras falsas: Personajes ficticios o celebridades se vuelven un patrón por seguir.
– Frivolidad: Lo material y superfluo se ha vuelto lo más importante.
– Presión social: Recibimos ataques de preguntas que no sabemos cómo contestar. El mundo quiere que desde muy joven ya estemos comprometidos, trabajando en la mejor empresa y con propiedad.
¿Cómo detectar a principios de mitomanía?
(Así lo señaló la doctora Laura Orozco Vázquez, psicóloga y autora del libro Autoestima)
1- Cuentan constantemente versiones diferentes de la misma historia, cambian uno que otro dato o exageran.
Ejemplo: “Ese maldito me debe $3000 pesos”, cuatro días después dice: “Además ese maldito me debe como $15 000 pesos”.
2- Reaccionan muy alterados cuando se les descubre mintiendo.
Ejemplo: Niegan un acto evidente, inventan tener mala memoria o no hablan del asunto.
3- No existen evidencias que comprueben que lo que dicen haber vivido sea cierto.
Ejemplo: “Mi familia es de las más ricas de México”.
4- Sus pretextos siempre son muy largos y explicativos.
Ejemplo: ¿Vas a ir a la fiesta? “No puedo, fíjate que me hablo mi prima hermana de Sonora y me dijo que tenía que ir a recoger unos papeles, de no sé qué cosas, además mi carro se descompuso, etc, etc, etc.
5- Se sienten atacados ante cualquier pregunta que ponga en duda su versión de los hechos y ocultan la respuesta que se cuestiona con un supuesto enojo.
Ejemplo: “Si no me crees, no me creas. Allá tú”.