Radiografía de una Lobuki
Por: Juan Carlos Zamudio
Las lobukis son un movimiento político contestatario surgido a raíz del movimiento de izquierda liberal…ok, tal vez no. Estas personitas, también conocidas como lobsters, lobas, lobeibis, lobeznas, son seres que surgieron en los antros y bares más nice de la ciudad. ¿Sus motivos, sus sueños, sus intereses? A continuación trataremos de descifrarlo.
¿Versión femenina del papaloy?
Cuando escuchamos el término “lobuki” lo relacionamos automáticamente con un mirrrey. Y es que estos personajazos de la sociedad son inseparables. Pero las lobukis son más que la sombra de un mirrrey. Ellas son mujeres que buscan la fiesta a como dé lugar, no importa cómo, ni cuándo, ni por qué, cualquier cosa es pretexto de festejo para estas mujeres.
Ellas también tienen sueños, y la mayoría ha fantaseado con ser la media naranja del mismísimo sol de México. Y es que toda lobuki entiende por perfección varonil a Luismi, el mirrrey de mirrreyes, papawh.
Nunca tienen frío
No sabes exactamente de dónde vino esta variación genética, pero estamos seguros de que las lobeibis jamás pasan frío. Así que si en medio del frío decembrino ves a una mujer de cabello rubio planchado, tacones de alfiler, minifalda embarrada y top, no te espantes, querido lector, no es una persona de otro mundo y mucho menos intentes compartir tu chamarra o abrigo, se trata simplemente de una lobuki en pleno ritual de cortejo.
Cara de Pato
Como mencionamos arriba, las lobukis tienen una genética diferente a la del resto de los mortales, por lo que están predestinadas a modificar la apariencia de su rostro cada vez que una cámara fotográfica esté cerca de ellas. Y no sólo cambia su rostro, sino su postura en general: doblan ligeramente las rodillas, se ponen de lado, sacan la pompi y hacen la duck face. Tal vez este gesto es como se identifican entre ellas. Algo así como las señas de los Mara Salvatrucha, versión Lady Polanco. O simplemente es su forma de expresar la alegría de estar frente al lente, no lo sabemos.
Hábitat Natural: El antro
Siempre existe un lugar donde nos sentimos libres, como peces en el agua. En el caso de las lobsters, el antro es el paraíso. Este recinto logra unificar todos los intereses e inquietudes de las lobukis: mirrreyes, alcohol, música de mala calidad a todo volumen, baile, tacones, faldas y más mirrreyes. Es el paraíso total, el alcohol es el elíxir y los mirrreyes sus esclavos. Para ellas, salir de antro es casi una experiencia religiosa. tienen que preparar su vestuario para destacar de las demás, maquillarse como si no hubiera un mañana y perfumarse como si de eso dependiera el futuro del mundo.
Beber sin medidas… y sin medias
Ya que el antro es el hábitat natural de estas hermosas criaturas, no es de sorprenderse que gusten de tomar hasta perder el estilo. Es parte de su ritual de cortejo. Una vez que prepararon su vestimenta para la noche, llegan al antro a cazar mirrreyes que estén dispuestos a invitarles la fiesta sin límites. De hecho, es muy normal que al pasar de la noche veamos a las lobukis deshaciendo su hermoso vestuario y bailando encima de las mesas sin tacones, sin medias y sin ilusiones más que ligar a un galán que pague lo consumido.
Paulina Rubio: un modelo a seguir
Después de analizar seriamente el comportamiento de las lobukis dentro de la sociedad, identificar sus puntos fuertes y débiles, además de señalar sus actitudes, encontramos que la figura pública más parecida a una de ellas, es la mismísima chica de oro, Paulina Rubio. Ella es toda una lobuki, analicemos: tiene el cabello rubio, habla con un volumen más alto del habitual, tiene tono fresa, bronceado onda Palazuelos, y le encanta llamar la atención. Es la perfección lobuki encarnada en una persona.
Dinero mata carita
El sueño de toda lobuki es tener un papalord que satisfaga sus necesidades. Alguien que las trate como las princesas que son. Pero, por supuesto, ellas no son seres tan superficiales como podríamos pensarlo, de hecho, en cuanto a macho alfa no son tan exigentes. No piden que su media naranja sea un hermoso Adónis ojiazul y con cuerpo de gimnasio, son almas tan humildes que lo único que les interesa es que estos muchachillos tengan dinero. No importa si eres alto, bajo, gordo, flaco o asiático, lo que verdaderamente importa es que puedas darles la vida que se merecen, aunque te veas más o menos así: