Son las 7 am, tomas tus llaves y te detienes un momento en la puerta: respiras y exhalas. Antes de subirte a tu coche tienes que hacer meditación, yoga y toda clase de actividades relajantes para llegar en estado Zen al tráfico de nuestra caótica (y aún con eso, bella) ciudad.
Te subes a tu coche y empiezan los problemas. Sólo con dar la vuelta a la calle ya te topaste con tu vecina a mitad del camino (con la puerta abierta), acomodando a su niño y quitándole el frijol que desayuno que le quedó embarrado en la camisa. Sigues respirando. Lento.
Por esto hicimos una disección detallada de los diferentes tipos de conductores a los que hay que enfrentarse día con día, día con día, día con día:
1. La histérica
El semáforo está en rojo, pero ella quiere pasar. No importa si tú estás detenido, esperando a que llegue el verde y pises el acelerador –no–, ella quiere pasar a-como-dé-lugar. De repente, sientes que golpea tu auto por atrás, luego tu espejo derecho. Te percatas de que no lo hace por accidente, sino porque la doña ¡no puede pasar! Te bajas, le preguntas qué pasó y ella –fúrica– desciende de su auto y empieza a manotearte. Vamos, give peace a chance.
2. El hater
Todo buen conductor sabe que existe una regla inviolable: uno y uno. Esto es: el que viene en los carriles centrales debe dejar pasar al que viene en la lateral. Pero nunca falta el que le acelera hasta quedar pegado a la defensa del coche de enfrente e impedirlo. Este tipo de conductor se enoja, grita, menta madres. A ver, mediten un poco, un coche de diferencia no significa que llegarán una hora más tarde; tocar el claxon no provoca la generación espontánea de alas. Relájense, no querrán llegar a esto:
3. Mamá ‘doblefila’
Tras haber limpiado el frijol de la camisa de su retoño, los minutos transcurrieron y, oh sorpresa, Toñito no llegará a la escuela. La doña en cuestión, lo mete –rauda y veloz– al coche y se lanza, dispuesta a sortear toda clase de obstáculos, para que no le digan: ‘no, doña, ya no pasa’. Entonces decide que es oportuno estacionarse en doble fila ¡y abandonar el coche para despedirse en la puerta! Claro, el embotellamiento lo tenemos que pagar todos.
4. La ‘mientras… me maquillo’
Sí, totalmente de acuerdo, el tráfico está de no-me–ametralles–Rambo, pero eso no significa que por ponerse la pestaña postiza no vean que los coches avanzaron hace 15 minutos. Chicas, hay que ser consideradas; si no provocarán un tic nervioso a los demás conductores.
5. El ‘qué diablos’
De por sí la sangre corre lento por sus venas, por eso cuando llega a un embotellamiento dice: pos… ¡qué diablos! Su actitud es dejar pasar a tooodos los que quieran, transitar a 10 kilómetros por hora, cantar y cantar (lo cual se le aplaude, pues al menos no se amarga), y causar un tráfico terrible (posiblemente también aneurismas a todos los conductores que van tarde al trabajo).
6. El irresponsable
Aquí hacemos un paréntesis: este tipo de conductor no tiene nada de chistoso. Los que se lanzan a manejar con tragos encima no están conscientes de los daños que pueden ocasionar no sólo a ellos mismos sino a los que –sin deberla ni temerla– pueden perder la vida por su irresponsabilidad de manejar borracho. Las estadísticas indican que los accidentes causados por consumir alcohol son una de las principales causas de muerte entre los jóvenes. Así que, si vas a salir y quieres llevar coche, no tomes. Es una u otra.
7. El peatón no es un tope
En cada semáforo hay (o debería haber) rayas blancas sobre las cuales pasan unos seres extraños llamados: peatones. Sí, esos que deben cruzar calles y transitar sin un coche como en el que tú estás montado. Este tipo de conductor cree que son invisibles, o que diario desayunan hule. Aplica lo mismo para los ciclistas que se la deben rifar esquivando a todos los automovilistas. Está bien que se le llame “selva de asfalto”, pero no es para ver quién se lleva más puntos atacando transeúntes, ¡eh!
8. El amable
No todo es negro, siempre hay gente a la que le sonríe la vida y no tiene una nube negra sobre su coche. Dedicamos un apartado a estos seres que dan paso, sonríen y respetan las señales. No, cálmense, no están en extinción, aún existen (pocos). Venga, un aplauso.
9. El perro chihuahueño
¿Han visto cómo tiemblan los chihuahueños cuando están nerviosos? Bueno, entonces ya saben cómo es este tipo de conductor. Es un manojo de nervios, suda, abre la ventana, la cierra, la abre y la vuelve a cerrar. Ve su teléfono, lo deja sobre el asiento. En fin, el pobre no sabe cómo controlar sus nervios, y eso que no siempre va tarde. Estar sobre un coche es algo que lo deja listo para llevarlo al Fray Bernardino.
10. El ‘ups, algo se cayó’
Vas en el tráfico, de repente, ves que el coche de enfrente ya no tiene conductor. Tocas el claxón, te desesperas, te hiperventilas, piensas que salió despavorido para abandonar su vehículo y, otra vez de repente, ves que aparece de la nada. Al señor se le había caído el GPS al suelo y debía recogerlo. Claro, su desatinada caída ha generado un caos vial que sientes que a tu pobre madre ya le zumban los oídos.