En la colonia Roma existe un edificio que tiene una historia tan peculiar como su aspecto. Se dice que dentro ocurren toda clase de fenómenos paranormales, apariciones y que una extraña energía ronda por todo el inmueble.
Su construcción fue ordenada por el mismísimo Porfirio Díaz para conmemorar el centenario de la Independencia de México y fue terminada alrededor de 1908.
De hecho, si se le mira con atención, justo en la esquina conformada por las calles Río de Janeiro y Durango, en la Roma Norte, se puede observar que el edificio se encuentra rematado por una especie de “rostro de bruja”.
No hay que echar a andar mucho la imaginación para ver los ojos, la boca y el clásico sombrero de pico que hicieron que con el tiempo a este edificio se le conociera como “el edificio de las brujas” o “La Casa de las Brujas”.
Independientemente de la peculiar arquitectura, que recuerda a una hechicera de cuento, sus paredes albergaron a una curandera que fue muy famosa a mediados del siglo pasado: Pachita. Su verdadero nombre era Bárbara Guerrero y aunque era originaria de Parral, Chihuahua, su reputación como chamana se consolidó en la Ciudad de México, donde residió hasta el día de su muerte, un 29 de abril de 1979.
La historia de Pachita
A media luz, en un ambiente lúgubre y sofocante, Pachita movía las manos con destreza. Heredera de una tradición ancestral de magia y curación, extraía órganos dañados para reemplazarlos por otros buenos, removía tumores y alejaba a las malas energías en rituales que por muchos fueron conocidos.
A pesar de que no había un cobro “oficial” por su trabajo, aceptaba donaciones de sus pacientes, quienes estaban muy agradecidos por su trabajo como espiritista, médium y cirujana psíquica.
Cuentan que Pachita tenía toda clase de pacientes: lo mismo la visitaban residentes de la colonia Roma Norte que políticos y artistas, quienes venían a su consultorio para que con sus manos diestras y con la ayuda de espíritus, ahuyentara sus males.
Pachita podía aparecer órganos íntegros y restituirlos a cuerpos enfermos, sin anestesia ni equipos sofisticados. Sin más instrumentos que un cuchillo de cocina cuyo mango estaba envuelto en cinta de aislar, operaba a sus pacientes, a quienes mandaba a guardar un reposo de tres días y luego podían volver a sus actividades cotidianas, siempre y cuando bebieran los bebedizos y elíxires que ella misma recetaba y preparaba.
Sobre si efectivamente Pachita podía obrar esta milagrería en su consultorio de la colonia Roma, hay mucha controversia. Hay quienes afirman que los órganos que conseguía eran de animales como cerdos o venados y que su reticencia a que sus operaciones se realizaran a plena luz se debía a su temor a que sus engaños fueran descubiertos.
Ella afirmaba también que era el mismo Cuauhtémoc, el último emperador azteca, quien la poseía y guiaba para hacer sus actos de magia psíquica. A él lo llamaba “El Hermanito” y decía que tenía una conexión espiritual tan profunda con él que era capaz de regresar de la tierra de los muertos para obrar las curaciones a través de ella.
Pero la presencia de Pachita no es lo único que ha ocurrido en esta casa. Con frecuencia sus moradores dicen escuchar sonidos, presenciar apariciones y ser testigos de hechos inexplicables.
Uno de los casos más sonados es el de una mujer llamada Brenda, que entre sollozos llamó al programa La Mano Peluda para contar cómo es que seres que ella denominaba “demoniacos” se aparecieron en su casa. Cabe señalar que Brenda se decía escéptica de lo paranormal, pero después de lo ocurrido replanteó totalmente sus creencias.
Si llegas a pasar por esta casa, ubicada justo frente a la Plaza Río de Janeiro en el corazón de la Colonia Roma, no pierdas la oportunidad de echarle un ojo a esta casa. Ya nos contarás si sentiste alguna presencia paranormal o viste algo extraño, pues dicen que después de su muerte es la misma Pachita la que se aparece en este inmueble de la Ciudad de México.