Odio que mis amigas se casen
Por: Yannina Thomassiny
No sabemos qué es lo que está sucediendo, pero de pronto el timeline de Facebook se llenó de fotos de bodas; cada fin hay una diferente: que si la pueblerina, que si la nocturna de gala, o que si la “original” en un lugar extraño, en fin, no paran. Pero la pregunta es, ¿qué reacción genera esto en los demás? Analicemos la situación:
1- Presión social:
Después de enterarnos de tres bodas seguidas, nos preguntamos: ¿ya me quedé para vestir santos? No nos quejamos, amamos nuestra soltería, pero sin siquiera un prospecto en puerta, es inevitablesentirnos mal ante tanta presión social. Vamos a una fiesta familiar y lo único que preguntan es: ¿ya tienes novio, mi’jita?.
2- ¿Por qué el odio?:
Cuando vemos las fotos de las bodas ajenas sentimos odio, no sabemos por qué. ¿Será envidia?, puede ser; tal vez se movióalgo dentro de nosotras que nos hace desear que eso pasara con nuestras vidas (pronto). O, quizá más bien pensamos: ¿por qué no me invitaron?, ¡tan divertidas que son las bodas! También puede ser que tenemos miedo a que todo cambie, no queremos que nuestros amigos dejen de ser solteros ni que sus temas de conversación sean: “Ricardito ama sus camisas planchadas con vapor”, ¡qué flo-je-ra!
3- Risas:
Disfrutar de las malas decisiones de los novios es nuestra parte favorita: los arreglos, el vestido, si hubo grupo “versátil” o dj, si la mamá de la novia parece globo, si una de las damas mandó hacer un vestido horroroso, si parece queel novio está en su primera comunión. En fin, reírnos de la desgracia ajena nos encanta, no por algo se vende tanto la TvNotas.
4- Fantasías:
Aquí empieza lo onírico, la parte que nos inculcaron como mexicanas que crecieron frente al televisor: “¿cómo será mi boda?”. Sin freno alguno soñamos hasta en los detalles más pequeños: “Bailaría la canción de Selena”, “no invitaría a esa vieja que me cae gorda”, “me pondría a súper dieta, no me quiero ver como esa novia”. Y cuando reaccionamos nos frenamos con un: “Ay, me vale, falta mucho”.
5- Víboras:
Algo muy cierto es que las bodas sacan nuestro verdadero yo. Y para nosotras, las espectadoras, es inevitable no analizar cada uno de los detalles. El vestido es el punto número uno a criticar, y más cuando ella parece el hombre de las nieves o Paquita la del Barrio. Es inevitable viborear, aunque la novia sea nuestra mejor amiga.
6- Hipocresía:
Aunque nos consideremos las personas más honestas del planeta, si una novia te pregunta en su día: ¿cómo me veo?,debemos contestar: “hermosa, guapísima”. Ahí entra la hipocresía, no podemos ser brutalmente sinceros si vamos a gorronear bebida y alcohol, aparte de que entendemos la emoción que implica para los recién casados que todo salga muy bien. El problema es que ya pasados de copas queremos ser más lindos de lo que siempre somos, y mentimos por la emoción de la fiesta, somos capaces de decirle a los papás de los novios: “Felicidades señores, formaron una señorita” (aunque sepamos que la novia se echó a todo el colegio).
7- Repulsión:
Hay quienes no toleramos la idea de tanta ridiculez, jamás haríamos una fiesta así ni nos tomaríamos fotos tipo quinceañera, ni mucho menos bailaríamos una canción de Celine Dion. Preferimos la idea de algo más sencillo y lejos de tanta regla social que no sabemos ni de dónde proviene. El exceso de encaje, los muñequitos sobre el pastel, las damas en telas satinadas y el vals con el novio, el padre y el hermano nos regalan temas para la comidilla de las siguientes dos semanas.