Chilango

Oda a la extinta Liga de la Decencia

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En 1853, un venezolano llamado Manuel Antonio Carreño comenzó a publicar en nuestro país su famoso Manual de Urbanismo y Buenas Maneras (su nombre original es tan largo que no cabe aquí) para que todos los mexicanos malhablados y zarrapastrosos supieran ir por el mundo como gente civilizada.

Fue en tiempos de don Porfirio que las damas burguesas pensaron que Carreño era un genio y que su deber como gente de bien era educar a los pobretones como debe ser: alejándolos de los pensamientos malos y acercándolos a la perfección moral ¡adiós a las vulgaridades!

Así se formó la Liga de la Decencia, una especie de sociedad de la justicia de súper doñitas que sabían lo que era bueno y lo que era malo. ¿Desnudos? Malo ¿Falda al tobillo? Bueno ¿Decir el nombre de cualquier parte del cuerpo que no le diera la luz del sol? ¡Malo, por supuesto!

La Liga de la Decencia vivió sus grandes glorias cuando el presidente era Manuel Ávila Camacho, pues su esposa Soledad Orozco perteneció a esta agrupación. Sin embargo, no fue la única ya que también existió la Unión Nacional de Padres de Familia y la Legión Mexicana de la Decencia, que velaban porque la plebe y los peladazos se comportaran y que la maldad no llegara a los niños.

Primero fueron contra los revoltosos: Agustín Lara y sus canciones subversivas que hablaban de amores impúdicos. De Frida Kahlo, ni se diga, con su cigarro y echando tequilas, eso no es de mujeres decentes. Blancanieves no se pudo pasar en algunos cines porque era una joven viviendo con siete hombres. Esa cosa que se llamaba homosexualidad no pasaba por sus cabezas ¿hombres besando hombres? Eso es del diablo, señores.

Es de esa época cuando viene la clasificación de las películas: A para todo público, B para adolescentes y adultos, y C sólo para adultos. Había más: las películas C1 eran prohibidas por la moral cristiana y las C2 estaban fuera de toda clasificación por indecentes. Un beso cuando las personas estaban acostadas era inmoral, aunque estuvieran vestidas hasta el gañote.

La Cruzada por la Pornografía y el Vicio

Cuando subió al poder Ruíz Cortines, la Liga de la Decencia emprendió su “Cruzada contra la Pornografía y el Vicio” en la que toda la Ciudad de México volvió a la Edad Media: tuvieron que quitar los maniquíes de las tiendas del centro porque incitaban a los jóvenes a tener pensamientos lujuriosos y afuera de las cantinas esperaban a las personas para ver si no estaban ebrios (como una versión vieja del alcoholímetro). ¡Pero había más! Las bodas en las kermeses quedaron prohibidas así como el juego de la botella (no vaya a ser que le dieras un beso a tu vecina). Los consultorios de los médicos eran revisados para que no tuvieran esquemas indecorosos y en los libros de texto se enseñaba educación sexual con dibujos de borreguitos.

De los nuevos bailes, no se hable: el mambo era provocativo y las mujeres podían ser excomulgadas si las encontraban vistiendo como Tongolele. Uno de los escándalos más sonados fue cuando develaron la escultura de la Diana Cazadora: obligaron al escultor Juan Fernando Olaguibel a que le pusiera unos calzones y brasier de bronce (¡escándalo!) pero aún así iba a a ser demasiado para los niños que visitaran Chapultepec. Así que la botaron a la glorieta de Niza y la sustituyeron por una que llevaba falda.

En estos tiempos de reggaetón, las señoras burguesas estarían muertas del susto. Poco a poco estas ideas fueron saliendo de la capital (afortunadamente) pero hay todavía muchos lugares donde se aplican.

¿Has vivido la censura como de la Liga de la Decencia?