«Si las personas fuéramos agaves, yo sería uno de esos magueyes que crecen en los camellones de la ciudad dentro de una llanta». El que habla es David Hernández Arriaga, un mezcalero de Iztapalapa y fotógrafo que, desde 2007, intercambia mezcal por arte urbano.
David ha trabajado con aproximadamente 100 artistas plásticos y urbanos. Todos ellos han convertido los portafolios que guardan las botellas del mezcal , producidas por su familia en la Sierra Juárez de Oaxaca, en obras de arte. Allí se puede ver el trabajo de artistas como Mocre y sus criaturas zoomorfas con prótesis robóticas; Pablo Herrera —Zeta 1970— y Malo Farfán, cuyos trazos están inspirados en el arte urbano y el graffiti; el tatuador neoyorkino Monotone 89; el artista plástico Sergio Unzueta; el mismo David con su trabajo fotográfico. La colección incluye una obra del maestro Felipe Ehrenberg, recién fallecido. Incluso en agosto de 2015, para festejar los 10 años de “los Gentiles”, el nombre del mezcal, se montó una muestra con 36 portafolios en el Centro Cultural del México Contemporáneo, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
«Nos han llegado artistas que nos dicen “oye, pues yo te puedo pintar una caja pero te cobro siete mil pesos. A mí tu mezcal me vale madres”. Yo les digo: No, güey, nosotros hacemos trueque, si no, no», platica el mezcalero. «A nosotros nos gusta ser cuates de
los artistas, ellos se vuelven cuates conmigo y así funcionamos chido. Seguimos haciendo trueque y formas alternativas de vida. Intercambiamos mezcal por la obra”.
La tradición del trueque
A David le tocó ver de niño los mercados de trueque en la Sierra Norte de Oaxaca, donde vivía doña Rosario Pérez, su abuela, la última maestra mezcalera de su familia. El chico miraba cómo llegaban las personas y se sentaban en el piso, uno frente al otro. Platicaban sobre lo que traían para intercambiar y en un momento dado comenzaba la negociación: el primero ponía al frente frijol y el segundo sacaba la calabacita o algún animal pequeño que hubiera cazado.
Un día uno de sus amigos, Dante Perez —Dante Tattoo, como es conocido en Iztapalapa— le pidió al mezcalero que le regalara una caja. A los pocos días le regresó el contenedor. En la tapa dibujó un puñal. Parecía un tatuaje en madera. Al poco tiempo llegó otro artista por mezcal, vio la caja y también quiso intervenir una. Así comenzó esa relación peculiar entre David, el mezcal y el arte urbano.
Él ofrece la caja de madera en crudo a quien lo pide y el artista, con técnica y temática libre, realiza su obra. Al final David obtiene una buena pieza artística plasmada en una pequeña valija de madera, que le da un valor agregado al aguardiente que vende, y el artista se va con unos buenos mezcales artesanales que en su elaboración llevan mucho trabajo, mucho dinero y mucho tiempo. Además de un porcentaje tras la venta de la caja.
«Hay una que hizo Irving Cano del Colectivo Chiquitraca. Dibujó la cara de mis abuelos por ambos lados de la caja. La fotografía de mi abuela la hice yo; la de mi abuelo mi padre. Nosotros no le damos línea a nadie, pero verlos a ellos, ver a mi abuela… yo ya les dije a todos que cuando me muera, llenen esa caja con mezcales y me la echen ahí, conmigo, al hoyo».
David decidió llamar a su marca “Los Gentiles” en referencia a la forma en que los evangelizadores españoles nombraron a los indígenas de todo el territorio dominado por la Corona Española: los paganos e infieles gentiles del Nuevo Mundo.
«Les llamaban gentiles en el sentido religioso judio. Gentil quiere decir el otro; el que desconoces, el extraño, el que de alguna manera es visto como pagano o diabólico. Yo empecé a investigar de dónde venía la palabra; me encantó porque todos somos gentiles, de alguna manera. Cuando vives en Iztapalapa, como nosotros, eres un gentil. Cuando eres adolescente y no tienes dinero y te gusta el punk, pues eres gentil. Y estamos ahorita en un mundo muy gentil: discriminatorio. Y creo que necesitamos un trago de reconciliación».