Memoria sonora: ¿por qué la CDMX no suena igual después del 19s?
¿Qué es la memoria sonora del 19s y cómo nos afecta? Cuatro expertos en sonido nos explicaron cómo el sismo transformó nuestra forma de escuchar la ciudad.
Por: Mariana Limón Rugerio
¿Cuál fue el papel del sonido durante y después del sismo?, ¿por qué los sonidistas fueron cruciales en las labores de rescate?, ¿qué es la memoria sonora del 19S y cómo afecta a los chilangos? Cuatro expertos en sonido nos explicaron cómo el sismo transformó nuestra forma de escuchar la ciudad.
Tïtulo: Silencios/19/09/
Año: 2018
Duración: 6 min 22 segs
Grabación y montaje sonoro: F. Tito Rivas
Pequeña pieza sonora en homenaje a los rescatistas del sismo del 19 de septiembre de 2017
Grabado en la Ciudad de México en los días posteriores al sismo
Recuerdan edificios colapsados, la sensación de polvo por todo el cuerpo, la cadena humana de ayuda; el ruido de la maquinaria y de las voces dando instrucciones. Lo más vivido: aquellos momentos en los que su trabajo fue buscar un sonido que podía significar vida. En los días que siguieron al 19 de septiembre de 2017 diversos grupos de especialistas en sonido –sonidistas de radio y cine, ingenieros en audio, diseñadores de sonido y más– se organizaron a través de redes sociales para ayudar en las labores de rescate. Para todos ellos, el silencio adquirió un nuevo significado: se transformó en responsabilidad.
«En Laredo y Ámsterdam me pasaron a donde estaban destapando una losa. Ahí los topos me dijeron “vamos a buscar aquí”. De todos los micrófonos que llevaba escogí un boundary, porque tiene un lado sordo y era el más resistente, y le puse un cable de ocho metros», quien habla es Eloísa Diez, productora audiovisual, investigadora y guionista. Aunque han pasado seis meses desde el 19s, todavía hace pausas al contar su experiencia en el terremoto, recordar la llena de emociones. «Un topo tiró el micrófono a través de la fisura y, cuando cayó, comenzó a gritar “si hay alguien con vida de tres golpes”. Pedían golpes porque son una marca sonora fácil de identificar, si la persona esta lesionada o muy está cansada quizá no puede gritar y un grito se puede confundir, pero los tres golpes tienen un ritmo –toc, toc, toc– que no confundes con un ladrillo que se deslizó o con la arena que estaba cayendo».
Eloísa cuenta que en su país de origen, Argentina, los temblores no son comunes o al menos ella no vivió uno de esta magnitud allá. Como extranjera, todo que sucedió el 19s y los días posteriores la impactó; como sonidista, su mayor impresión fue la ausencia del sonido: «Se levantaba el brazo y de repente todo quedaba en silencio, con todo el mundo mirándote, sentía su expectativa de “tienes que escuchar bien si hay una persona ahí, escucha”. Esa sensación, esa responsabilidad, todavía la sigo teniendo».
La responsabilidad en la memoria sonora del 19S fue grande. En los derrumbes de la ciudad, los sonidos amplificados gracias a los micrófonos y la escucha agudizada de los mismos complementó la información que proporcionaron los perros rescatistas y las cámaras térmicas. El objetivo era identificar a tiempo cualquier indicio de vida.
¿El problema? Casi ninguno de los expertos en audio había utilizado su equipo con esos fines. Su escucha pasada tenía fines estéticos, pero en los días que siguieron al 19s sus audífonos, cañas y micrófonos –de todas formas y tamaños– tuvieron una labor social. El sonido se volvió una forma más de activismo.
«Una amiga cercana que también es especialista en sonido había leído que en el terremoto del 85 un ingeniero en audio metió micrófonos a los escombros y logró escuchar algo», recuerda Jennifer Soots, productora musical, diseñadora de audio y maestra de musicoterapia. Ella coordinó a diversos sonidistas alrededor de la ciudad que colaboraron con los rescatistas. «Pensamos que podía funcionar porque el 20 de septiembre fuimos a un derrumbe en Benito Juárez y nos dimos cuenta que no había ayuda de este tipo. Entonces las dos empezamos a solicitar equipo a través de un post en Facebook y al inicio nadie nos hacía caso, pero, después de que se pasó la voz de que funcionaba, se volvió algo enorme; había tantos voluntarios contactándonos que no podíamos contestar todas las llamadas».
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La memoria sonora del 19s en la CDMX
«El sonido detona memoria. La memoria es una forma que tiene el cuerpo de poder reconectarse con una sensación, un pensamiento o una idea que ocurrió en el pasado. Por otro lado, la memoria auditiva es recordar aquello que te hizo vibrar, porque escuchar es literalmente poner a los tímpanos en vibración», explica Tito Rivas, artista sonoro, músico e investigador, quien, además de colaborar con las labores de rescate en el Multifamiliar Tlalpan, grabó algunos audios para documentar el sismo desde la perspectiva de la escucha. Este trabajo tiene nombre: fonografía, es la técnica de guardar sonidos con fines históricos.
«Conectado al sismo, creo que hubo diferentes esquemas vibratorios. El sismo fue vibración, escuchar fue vibración y de alguna manera también fue vibración esa capacidad que tuvimos de reaccionar ante la tragedia y generar solidaridad y empatía: de entrar, literalmente, en una misma frecuencia», agrega.
La memoria es poderosa. La prueba está en las reacciones de miedo que se han generado en los temblores posteriores al 19s. El 23 de septiembre de 2017, por ejemplo, se registraron dos infartos –uno en la Colonia del Valle y otro en Benito Juárez– a pesar de que la magnitud de esa réplica sísmica fue de 6.1.
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¿Cómo se relacionan la alarma sísmica y la memoria sonora del 19s?
Imposible hablar de la memoria sonora del 19s sin mencionar el significado que la alarma sísmica –o cualquier sonido que se le asemeje– adquirió en la ciudad. Este sonido ahora genera pánico colectivo, ¿por qué? Una parte de la respuesta está en nuestro cerebro (específicamente en la amígdala), la otra, en las características del sonido de la alarma y, la última, en el concepto de acondicionamiento.
«La amígdala es como una estación de control: ahí cualquier estímulo que se reconozca como peligro desencadena señales de alerta. Nosotros asociamos esta alarma con un evento muy fuerte, por eso, cuando escuchamos algo se parece a este sonido –desde una ambulancia hasta la alarma de un coche– desencadenamos una respuesta intensa», explica Santiago Rentería, músico e investigador interdisciplinario.
«Además, todas las alarmas tienen una distribución de frecuencias que producen algo que se conoce como aspereza, es decir, las frecuencias están tan juntas que las percibimos como la disonancia. Y nos han condicionado a reaccionar a las disonancias porque los sonidos de ese tipo que escuchamos en la naturaleza también están relacionados con peligro, por ejemplo: el ladrido de un un perro, el rugido de un león, un trueno».