México es un país rico en mitos y leyendas, pero hay cosas que sabemos que no lo son; una de ellas es que muuuchos políticos mexicanos son flojos, deshonestos, mentirosos, corruptos, ladrones, etc.
Y sí, es tristísimo.
El desencanto ha sido parte integral del ánimo de los mexicanos, y más luego de que cierto partido político (que dicen está de regreso) gobernó el país durante 70 años. En ese tiempo, el estereotipo del político mexicano tomó fuerza, se amoldó y, como agua que moja gremlins, se esparció para uno y otro lado. Y, entonces, ahora sí, resulta que nadie se movió y todos salieron en la foto.
El poder corrompe, dijo don John Emerich Edward Dalkberg Acton. Y aunque queremos creer que no es cierto, en nuestro país los políticos se esfuerzan por no dejarnos lugar a dudas.
En tiempos de confusión electoral quisimos hablar de eso, de lo que, día con día, muchos se encargan de comprobar a fuerza de demagogia, estafas, traiciones, flojera y demás acciones negativas que tal vez les provoquen piedras en el estómago (causa-efecto de la llamada justicia divina, y ya).
Si quieres figurar en la política mexicana, te ayudamos con algunos fundamentos. Si tienen el nombre de alguien ocupado en la política que sea lo opuesto a todo esto, compártanlo en los comentarios. Sorpréndanos.
El poder del don
No todos nacemos para ser políticos. Se requiere de un gran esfuerzo que implica alguna que otra desvergüenza. Hay quienes no tienen empacho, ni conciencia. Hay otros a los que todavía nos da penita (pero cuando se nos quite, nos lanzaremos por un hueso).
El osteopower (también conocido como el poder del hueso)
Dios los hace y ellos se juntan. Dime con quién andas y te diré quién eres. Hijo de tigre, pintito… Ah, la sabiduría popular, siempre tan atinada. Un político es estratega, sus amistades son más bien alianzas, y los favores vienen incluidos en el paquete. Lo malo es cuando viene la hora de pagar y no les alcanza. O cuando los queman vía un video escandaloso.
El poder del speech
Labia. Verbo. Choro. Argüende. Su carrera inicia en la juventud y luego va madurando, inician mirando y terminan levantando la voz, moviendo la manita derecha en alto, hablando en pausas… o muuuy de corridito. Retórica pura. Demagogia. Preguntan, dan instrucciones, persuaden, solicitan, convencen y, si no les alcanza, usan uno que otro hidalguito.
El poder del acarreado
Aquí aplica la ley del gentío. Muchedumbre sacada de quién sabe dónde es lo que necesitan. No importa si conocen al susodicho, no importa de dónde vengan, es más no importa siquiera si viven en condiciones infrahumanas: el chiste es que hagan bola… y ruido. Y recibirán su lunch, su tarjeta de descuento, su premiecito… aunque de ahí en adelante apenas puedan pagar su comida.
El poder del fuero
Parece que quienes lo han usado hubieran ido a la misma escuela y el mismo profe los hubiera obligado a escribir páginas y páginas de “El que no tranza, no avanza”. Total que se lo tomaron tan en serio que al llegar al poder, la aplican. Si tienen la mala suerte de que se descubra que hicieron algo ilícito, estos personajes se guarecen en él cual si fueran las faldas de sus mamacitas.
El poder de la imagen
Esto sí que es nuevo en la política mexicana. No importa que sea economista, internacionalista, analista financiero, abogado o que tenga doctorados en administración pública, no, ya no. Lo que importa es que sonrían bonito, cumplan con el estereotipo en boga y hasta se conviertan en un espejo del personaje de moda.
El poder del “Porque lo digo yo”
Claro, alguien les dijo que ser titulares de un cargo público implicaba ser los mandamás de todo un país, y que nadie los cuestionara sobre sus decisiones; casi casi como cuando tu papá no te dejaba salir de antro o cuando tu mamá te obligaba a tender tu cama.
Y no queremos ser amargados, pero sí realistas: ningún funcionario electo va a cambiar nuestra realidad, ninguno. Esto cambiará hasta que nosotros, los ciudadanos, nos pongamos a hacer nuestra tarea.