Ah, las tarjetas de crédito y las maravillas que le producen a este mundo consumista en que nos tocó vivir. La mayoría amamos sacarla de nuestra billetera, entregarla al cajero (mientras un halo de luz ilumina la escena) y recibir a cambio un bonito vestido, unos maravillosos zapatos, el box set de Dark Side of the Moon, la nueva Xbox 360 Edición Limitada Halo 4, o lo que sea que hayamos adquirido. Ah, pero eso sí, tenemos por ahí, en algún lugar oscuro de nuestro hogar, apilados, arrumbados y olvidados, cientos de estados de cuenta sin abrir.
Sí, así funciona. O también pasa que te acabes la quincena en un tris traz y sabe dios qué tantas chucherías adquiriste, mientras olvidabas las larguísimas jornadas laborales que invertiste para conseguir esos pesos.
En algún momento de nuestra vida aprendimos que así funciona el mundo. Y, sí, ¿no?, la economía y eso… El problema llega cuando la situación de la que hablamos se torna enfermiza y la compra se vuelve una compulsión y resulta que la emoción que sentiste cuando elegías tu compra se convierte en culpa… Sí, como con la bulimia (comes y comes, mmh, qué rico, y luego vámonos al retrete). Por eso decíamos lo de tus estados de cuentas escondidísimos.
Como queremos que vuelvas a ser una persona sana, te vamos a recomendar algunas cosas para que lo pienses mil veces antes de hacer compras a lo loco.
Pero primero, contesta lo siguiente:
¿Sales de compras cuando estás triste o enojado?
¿Tus hábitos de consumo asustan a tu mamá?
¿Te has peleado con alguna de tus amigas porque ella se quedó con los zapatos que tú viste primero? ¿Tuviste una bronca con tu cuate porque se avalanzó sobre el último six en la tienda (ojo, esto ya tendría vistas de alcoholismo)?
¿Compras el 80% de tus adquisiciones con tarjeta de crédito?
¿Te sientes en una montaña rusa de emociones en el antes y después de la compra? Es decir, ¿euforia y culpabilidad?
¿Sientes que estás haciendo algo prohibido cuando compras?
¿Niegas u ocultas tus gastos?
Si respondiste que sí a más de tres, mejor sigue leyendo…
1. Primero que nada, recuerda que el adicto compra para calmar su ansiedad, así que ocupa tu tiempo: ponte a leer, sal a caminar y a tomar el sol con tus amigas/os, redescubre tu hobbie (ya chole Facebook), acuéstate en tu cama, mirando el techo y ponte a pensar (en algo que no sea ir de shopping).
2. ¿Necesitas llenar un vacío interior?, ¿buscas la aprobación de alguien? Ninguna chuchería te va a dar esa cosa emocional que necesitas. No hay nada más efectivo para aclarar tus sensibilidades que escribir, de poquito en poquito saldrá eso a lo que tanto le temes, verás. Y te saldrá barato.
3. Si eres de los que blofean y se gastan todo su dinero con tal de tener artículos de marca en su clóset, coches caros, relojes caros, comen en restaurantes caros, toman café caro y, en fin, han perdido la dimensión de su realidad, tal vez es tiempo de empezar a diferenciar entre lo que necesitas y lo que quieres. Caprichoso. Poser.
4. Ahora que, si, en todo caso, más bien compras cosas por estar a la moda, primero tendrías que pensar en si esos lentes de pasta de verdad van con la forma de tu cara, en si esos pantalones entubados le benefician a tu figura y en todas esas cosas que, la verdad, no te acomodan.
5. Si, por el contrario, eres de los que justifican sus compras diciendo que nada más se para en una tienda en época de descuentos…, también tache. ¿Te has dado cuenta de toda la basura que tienes por culpa de esas ofertas? (¿sí te ha pasado que compras algo porque está baratísimo pero nunca lo has usado? Justo eso).
6. Y yéndonos sobre lo anterior. Llega la temporada de rebajas y resulta que todo está baratísimo. Ajá, pero toma en cuenta que todo está a menor precio porque la temporada está cambiando y tal vez esas sandalias que están a 90 pesos van a quedarse en tu clóset porque, hello, vienen las lluvias. Y así sucesivamente.
7. Evita a los consumistas como tú. Júntate con gente que sea muy responsable de sus cuentas y apréndeles cosas; lee artículos y libros sobre finanzas personales. Y si ya lo hiciste y nada de eso sirvió enciérrate en casa.
8. Toma tu tarjeta y escóndetela; si eso no funciona, dásela a tu mamá o a tu mejor amigo (hombre) y pídele que sea tu asesor. Luego, págala toda; sí, toda. Acaba con la deuda. Si te quieres hacer guey o temes caer en la tentación, no te preocupes, para eso está tu amigo que te llevará con un psicólogo antes de que su amistad se vaya por la borda por tu capricho. Después tendrás que reconsiderar la necesidad y el uso de una tarjeta de crédito.
9. Piensa en tu futuro. Seguramente alguna vez has platicado con amigos y todos han coincidido en que les gustaría tener una casa propia que decoraran a su gusto y todo. Pues si sigues gastándote tus quincenas completitas esto no va a suceder, así como tampoco vas a dejar de ser un asalariado ni el empleado de. Así que entonces mejor resígnate al godinazo que serás por el resto de tu vida. Si fueras un poco más listo sabrías que, si ahorras, podrías tener un guardadito y con eso crear tu propia empresa, o tu pyme o poner tu changarrito de hot dogs.
10. La angustia económica puede llevarte al suicidio, o peor, a andar huyendo de tus cobradores como si fueras delincuente. Mejor opta por intentarlo, una sola vez: rétate a no comprar nada durante un mes; ok, ok, empecemos con una semana. Ahorra ese dinero en un marranito de barro, si quieres, y piensa en algo que necesites mucho (¿pagar tus deudas?) o en algo que siempre has querido. Cuando el cochinito esté súper pesado, será la hora de la verdad: rómpelo y sorpréndete con tu enorme muestra de fuerza de voluntad.
Te quedaste con dudas sobre tu compulsión, este quiz también será de gran ayuda.