“¡Pero esto es una maravilla!” pronunció Gabriel García Márquez apenas puso un pie en la Zamorana, una pequeña tienda ubicada en la calle de Jesús María 112, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Y ni cómo culparlo: la explosión de color que golpea los ojos al llegar aquí, entre el papel picado, las frutas plegables y todos los ornamentos que la adornan, hacen pensar que se está en un carnaval eterno, detenido en el tiempo.
Para que quedara constancia de la profunda impresión que causó este lugar en él, Gabo estampó con su puño y letra un mensaje que hoy es guardado aquí como un tesoro: “Una flor de recuerdo para Socorro Herrera, en su tienda de maravillas”. A su lado, le dibujó una flor a Doña Socorro, que hacía juego con las decenas de flores de papel que aquí se exhiben.
Fue así como este negocio, que hasta el momento se había llamado modestamente “Tlapalería y ferretería La Zamorana”, fue rebautizado por García Márquez con el nombre que actualmente lleva: “La Zamorana: Tienda de Maravillas”. El cambio le vino como anillo al dedo, pues ya hacía tiempo que en este lugar el giro había cambiado por completo. De la ferretería y tlapalería sólo le quedaba el nombre.
Superviviente del tiempo
Fue en el año de 1860, ya hace más de 150 años, que La Zamorana abrió sus puertas. Si vamos a ubicarnos en el tiempo, este lugar fue instaurado antes de que Porfirio Díaz llegara al poder. La entonces tlapalería vio acontecer la dictadura, la revolución, la guerra de los cristeros, la expropiación petrolera y, ya más recientemente, el terremoto del 85 y las innumerables devaluaciones del peso. No es de extrañar entonces que en estos más de 150 años, el giro principal del negocio haya tenido que adaptarse a los nuevos tiempos, convirtiéndose en una tienda de adornos de papel.
Su fundador, Antonio Herrera Nárez, seguramente nunca imaginó que sería el creador de uno de los negocios más longevos de la Ciudad de México. Y que, además, se convertiría en uno de los principales proveedores de uno de los iconos de la mexicanidad más reconocidos a nivel mundial: el papel picado.
Al respecto Éricka Gómez, trabajadora del lugar, nos cuenta: “Me gusta mucho trabajar aquí, uno aprecia la labor de los artesanos. Nosotros tenemos un pequeño taller en Tlaxcala, donde todo el papel picado se elabora artesanalmente. Eso es algo que debería valorar la gente, que tenemos productos 100% mexicanos. Los chinos nos han invadido mucho, pero nosotros luchamos para mantener la tradición”.
Según la temporada, es el negocio
Tal vez una de las cosas más impactantes de este lugar es cómo cambia en diferentes épocas del año: en primavera hay sobre todo flores de papel y cartón, frutas plegables, máscaras de animales para los bailables de los niños. Cuando se acercan las fiestas de septiembre, la tienda se vuelve una fiesta en sí misma y el trabajo también se redobla: llegan las cadenas de papel tricolor, las campanas, las banderas mexicanas. Cuando se acercan las fiestas de muertos, el papel picado que se usa en las ofrendas es sin duda el protagonista; y cuando finalmente llega la época decembrina, los tradicionales faroles de papel, las esferas, los pinos y piñatas anuncian que, una vez más, otro año ha llegado a su fin.
¿Cómo sobreviven cuando no es época de festividades importantes? “Ahorita que no hay tanto movimiento —me cuenta Éricka— tenemos que ingeniárnoslas ofreciendo otras cosas, por ejemplo adornos para quince años, bautizos, despedidas de soltera y hasta baby showers. Es más, la ventaja de que compren el papel picado con nosotros es que a partir de 100 metros nosotros se lo personalizamos para su evento. Si es para un bautizo, se le pone el nombre de su bebé. Si es para una boda, los de los novios, etc. Además se está apoyando a artesanos mexicanos”.
Ahora bien, Éricka recomienda que si van a visitar el lugar vengan en Metro o Metrobús: “las estaciones que quedan más cerca son Pino Suárez y Zócalo. En coche no es tan recomendable porque no hay estacionamientos cerca y luego se detienen en la calle y les ponen la araña. Mejor vengan en Metro, aquí los esperamos. Valoren nuestras tradiciones, México es un país festivo, lleno de humor y alegría”.
Y vaya que vale la pena echarse una caminada y conocer este lugar. Uno se siente orgulloso de ser mexicano sólo de entrar y ver el colorido que se queda impregnado en las pupilas. Es entonces cuando uno entiende cómo es que el mismo García Márquez, seducido por tanta estridencia, nombró a este lugar “la Tienda de las Maravillas”.
La Zamorana
Jesús María 112-A, Centro Histórico
Lun-Sáb 11 a 20hrs.