La cruz pesó 98 kilos, lo que equivaldría a cargar a Latin Lover, AJ Styles o Mike Tyson. No es cualquier cosa. Menos aún si debes transportarla durante 1.7 kilómetros, bajo las amenazantes radiaciones de un sol inclemente, los azotes de quienes se meten bien profundo es su papel y quién sabe qué pensamientos en la cabeza.
Así le fue este año a Gilberto Morales, el Jesús de Iztapalapa, que con 20 años encabezó la procesión de crucezotas de madera, todas finamente talladas, pintadas y hasta decoradas, y hartos creyentes.
Este año se realizó la representación 168 de la Pasión de Cristo en Iztapalapa, tradición a la que muy pocos hemos tenido acceso. Que si porque aquel rumbo es muy peligroso, que si está muy lejos, que si por allá el sol pega más fuerte… "Pueque", pero –por lo menos– cada viernes santo las cosas se ponen festivas y el pueblo entero sale a las banquetas, a caminarlas o nada más a mirar cómo los otros expían sus pecados o solicitan una ayuda a quien los oiga.
Y así, entre caballos, romanos, vírgenes, largos ropajes llenos de tierra, pelucas y barbas postizas y demás parafernalia –ad hoc con aquella época–, el Jesús de Iztapalapa llegó a la parte más alta del Cerro de la Estrella. Y que lo clavan en la cruz. Y entonces: la foto…, y hasta el otro año.