En la ajetreada y populosa zona de la Merced se esconde la casa habitación más antigua del Centro Histórico de la Ciudad de México, un verdadero tesoro arquitectónico, mezcla de las culturas prehispánica y española, y que ha sobrevivido por siglos a inundaciones, sismos e incendios.
La vivienda, ubicada en el tercer callejón de Manzanares, en el número 25, data del siglo VI, su planeación, una especie de vecindad prehispánica, obedece a la estructura social típica del Calpulli, donde el padre de familia tenía un oficio heredado a sus hijos.
Todos habitaban en la misma casa, la cabeza familiar vivía en una habitación, su descendencia en el resto del espacio y todos convivían en el patio central, explicó el director de Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México, Mariano Leyva.
Pero la importancia de esta edificación radica en la conjunción de dos culturas, la prehispánica y la española, algo que en opinión del funcionario “es rarísimo de encontrar, no solo en el Centro Histórico, sino prácticamente en toda la ciudad”.
Por ejemplo, señaló, una de sus peculiaridades es que tiene ventanas, que son una importación típicamente española.
“Entonces habla de un sincretismo, de una conjunción de las culturas, que tiene que ver con una estructura mesoamericana, pero con agregados concretos venidos de España, que incluyen los marcos hechos de piedra y la disposición que tiene toda la casa”, resaltó.
Así, este pedazo de construcción derruido tiene fama y personalidad por sí sola, y presume su sobrevivencia a la adversidad y al tiempo, perdido en el torbellino de comerciantes, “diableros”, hoteles de paso, camionetas atiborradas de mercancía, y lonas amarradas de los techos y del suelo con mecates que dan sombra a todo el ambulantaje de la zona.
Pero todo aquel que ha tenido la oportunidad de entrar en el predio puede atestiguar la belleza que solo puede poseer lo que se encuentra en la fatalidad, paredes que desnudan su estructura de piedra y tezontle, yerba que se baña con el sol matutino y busca tocar cada espacio de la casa, y ventanas de madera vieja y olor a humedad.
Este enigmático sitio también fue por muchos años una vecindad que se caía a pedazos, y antes de eso es posible que hubiera bodegas, cuenta José Mariano Leyva.
Pero hace cuatro años, el lugar fue rescatado por el gobierno capitalino y ahora se encuentra bajo el resguardo del Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México.
El proyecto de restauración corre a cargo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y del Fideicomiso del Centro Histórico en conjunto con la Secretaría de Cultura federal, y es financiado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA).
El plan de remodelación tiene tres fases: la primera -que ya se llevó a cabo- fue el apuntalamiento de paredes, puertas y techumbres, en la segunda fase, que entrará en un par de meses, se pondrán los techos y el suelo.
Para el próximo año se realizará la tercera fase que consiste en una segunda remodelación, y que funcione como centro cultural, detalló el director de Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México.
Se prevé que tenga un museo de sitio y ofrezca además a los niños y jóvenes de la zona, talleres de títeres, teatro infantil y literatura, así como un programa de sensibilización a través de la música.
Así, esta casa que por siglos ha estado oculta entre los callejones, puestos ambulantes y el bullicio de la gente, recobrará vida para las siguientes generaciones.