Al cumplirse el centenario de la muerte de José Guadalupe Posada todavía se desconocen detalles de la vida y obra del humorista gráfico, caricaturista y grabador mexicano. Es difícil creer que su trabajo no fue valorado en vida y que, años después de su deceso, se le rinden homenajes. Y con el paso de las décadas se dicen de él puros elogios.

Irónico o hasta cómico, pero la muerte fue la que lo hizo vivir. Una representación elegante y vivaracha, La Catrina, fue la que le dio la trascendencia. Aquí te presentamos las 11 cosas que debes saber sobre el creador de uno de los más grandes íconos de México.

Origen de un coloso

Su nombre completo es José Guadalupe Ruiz Posada y nació en Aguascalientes, en 1852. Es el sexto de ocho hijos del matrimonio de Petra y Germán, este último de oficio panadero. Estudió en la Academia Municipal de Dibujo de Aguascalientes de donde se acreditó como pintor de oficio (1867).

Artista anónimo

No se conserva ni un solo dibujo original. En su tiempo su obra fue menospreciada, se perdió entre la basura y los papeles del taller y la imprenta. También quedan pocos registros de las hojas volantes y los periódicos en los que participó con cartones políticos.

Surgimiento de una celebridad

Murió en 1913 en la oscuridad del desconocimiento total, pero a mediados de la década de 1920 su trabajo fue revalorado por el Dr. Atl., Diego Rivera, José Clemente Orozco, Francisco Díaz de León, Jean Charlot, Frances Toor y Leopoldo Méndez, quienes lo estudiaron y comenzaron una colección de sus impresos. A partir de ese momento se le organizaron exposiciones y homenajes.

Precursor de la Revolución Mexicana

Sus caricaturas protestan contra los abusos de los patrones, policías y autoridades. Dibujaba sobre caudillos y sucesos revolucionarios, incluso ilustró la entrada de Francisco I. Madero a la Ciudad de México. Su trabajo combativo en hojas volantes y periódicos, como El Jicote, de Aguascalientes, y La Gacetilla, de León, han hecho que algunos historiadores lo coloquen como uno de los precursores de la Revolución Mexicana.

La simpatía con el régimen porfirista

Algunos de sus trabajos revelan cordialidad a Porfirio Díaz y justifican ciertos actos represivos del régimen. En algunos cartones retrata a Porfirio Díaz como héroe; a Madero como una calavera borrachina y a los zapatistas como asaltantes sanguinarios. Pero para no dañar su imagen de artista comprometido con el pueblo, esta parte de su historia gráfica se ha omitido.

Llegada a la capital

Acompañado de la curiosidad gráfica llegó a la Ciudad de México en 1887, aquí obtuvo un empleo como dibujante en la imprenta y taller de grabado de Vanegas Arroyo, con un sueldo de $3 pesos por día.

Catrina chilanga

Vestida por el ingenio de José Guadalupe Posada, la muerte dejó de ser una calavera de huesitos enclenques, para apersonarse e inmortalizarse como La Catrina. Fue en la imprenta y taller de grabado de Antonio Vanegas Arroyo, ubicada en la calle Penitenciaría No. 27, donde se imprimió La Catrina. El 13 de enero de 1981 el inmueble y las imprentas fueron declarados “Monumentos Históricos”.

Obra extraviada

Se estima que se realizaron más de 20 mil dibujos de oraciones, historias de santos, corridos, casos aterradores, crímenes, milagros, calaveras para el día de muertos, entre otros. Su obra se perdió en la hojas volantes de papel estraza con color y que costaban 2 centavos.

Él es su propia técnica

Al ya no poder grabar en madera y por la urgencia del trabajo, decidió utilizar su propia técnica al escribir directamente con una pluma con tinta en la plancha de zinc, le daba un baño corrosivo y quedaba listo para la imprenta.

Elogios de Rivera

Diego Rivera reconoció a Posada como un portentoso artista popular. Dijo: “La producción de Posada, libre hasta de la sombra de una imitación, tiene un acento mexicano puro”. Como un homenaje al artista, en su mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, Diego Rivera lo retrató con su bombín y bastón del brazo de La Catrina.

La soledad del artista

Sin reconocimiento y en la austeridad, la muerte encontró a José Guadalupe el 20 de enero de 1913. Dos vecinos y un amigo lo sepultaron en una tumba sencilla en el Panteón de Dolores. Siete años después, sus restos fueron depositados en la fosa común.