Cuando Hernán Cortés entró a la Ciudad de México para consumar la conquista, una de sus primeras acciones fue crear un hospital, el cual todavía está en funciones: es el el Hospital de Jesús, en el Centro Histórico, el cual tiene una historia de casi 500 años.
El primer hospital de México y de todo el continente americano, está en la manzana formada por las calles de 20 de Noviembre, República de El Salvador, Pino Suárez y Mesones, a unos cuantos pasos del Zócalo.
Lo mandó a construir Hernán Cortés
Originalmente llamado “Hospital de la Purísima Concepción”, empezó a funcionar antes de 1524, ya que el “hospital” mexica, llamado Tihuicán, quedó rebasado porque las “tícitl” (las “médicas” prehispánicas) ya se enfrentaban también a nuevas enfermedades provenientes de España, como la viruela.
No está muy claro si en sus primeros años sólo atendía a españoles o también a indígenas, pero el concepto se complementó bien con la herbolaria y otras técnicas del mundo prehispánico; así mismo, su diseño arquitectónico fue creado por el primer médico que llegó a la Nueva España desde Europa y se inspiró en un hospital de Sevilla.
Desde su creación, siguió operando ininterrumpidamente y tuvo los nombres de Hospital del Marqués y Hospital del Nazareno
Lo bautizó Petronila
El nombre de Hospital de Jesús no lo obtuvo por pertenecer a alguna orden religiosa, sino que la leyenda cuenta que se debe a una mujer llamada Petronila.
Ella, mientras permanecía internada en el hospital (el cual también recibía a personas por caridad), soñó un Cristo y decidió mandar a hacer una escultura de la imagen que vio; sin embargo, ningún escultor pudo fabricar algo que se pareciera a su visión.
Un día, llegaron unos indígenas y tallaron un crucifijo que era exactamente como Petronila lo recordaba, lo extraño es que estos artesanos llegaron y desaparecieron misteriosamente, por lo que se le consideró un milagro.
Cuando ella murió, la imagen, que había permanecido en su casa, se sorteó entre varios templos, y el ganador fue este hospital, pero como no tenía muchos recursos, pidió que se volviera a sortear, pero lo volvió a ganar. La leyenda cuenta que la rifa se hizo varias veces y la imagen siempre fue ganada por el hospital. Por eso se llama Hospital de Jesús.
Los restos de Cortés
Al estilo de los hospitales de la época, este cuenta con un templo, Jesús Nazareno, el cual tiene una fachada barroca en su exterior y al interior tiene un mural de José Clemente Orozco pintado en el techo. Pero ninguna de ellas es su “posesión” más valiosa.
En este tempo hay una placa que dice que ahí se encuentran los restos de Hernán Cortés, y aunque a mediados del siglo XX, efectivamente, se confirmó que ahí estaban (la ubicación fue secreta durante muchos años) y hasta se exhumaron, hoy hay quien duda de que permanezcan ahí.
Si tienes curiosidad, la placa está prácticamente sobre el altar; pero ojo, porque a la gente del templo no le gusta mucho que vayan a turistear por ahí y, si eres muy obvio, no te dejan tomar fotos.
Un lugar de conocimiento
Durante la Colonia, aquí también se realizaron autopsias en plena época de la Inquisición (cuando eso era una especie de “pecado”) a nombre de la ciencia y se creó la carrera de Medicina de la Real y Pontificia Universidad de México, la que hoy es la UNAM.
También se atendían a torturados y se realizaron las primeras operaciones de América. Ya en la Independencia, pasaron por ahí nombres ilustres como Luis Mora, Lucas Alamán, José María Vértiz y Gustavo Baz.
En el testamento de Hernán Cortés decía que el gobierno de la Nueva Espala debía seguir manteniendo el hospital, y tras la Independencia, la familia del conquistador se encargó de solventar sus gastos. De esta manera, a diferencia de otros nosocomios de la época, éste nunca pasó por manos religiosas y siempre se apegó a la ciencia médica.
Los descendientes de Cortés siguieron manteniendo el hospital hasta 1932, cuando murió el último, por lo que pasó a manos de un patronato que lo administra hasta hoy. Se mantiene únicamente con aportaciones privadas y no recibe capital del gobierno, por lo que sus servicios se cobran, aunque a precios módicos.
Una isla en el Centro Histórico
En el interior, la arquitectura del hospital se asemeja más a un convento, con arcos, árboles y fuentes distribuidas en un par de patios divididos por una espectacular escalinata.
Su tamaño actual no es el original, sino que por ahí de la década de los 30 se cortó, especialmente del lado de 20 de Noviembre, para crear esa avenida y la de Pino Suárez, por lo que tiene un ala moderna que al interior parece una especie de “parche” en todo el complejo (aunque algunos lo ven como un ejemplo de “intervención arquitectónica”).
Si lo quieres visitar, basta con avisar en la recepción y listo. Sólo puedes recorrer sus patios de la Planta Baja, porque en los demás espacios hay consultas, enfermos, doctores y demás. De verdad, vale la pena conocer esta “isla” en pleno corazón del Centro Histórico.