Libros en la Central de Abastos, entre las cajas de guayaba y de uvas, hay improvisados libreros de cartón. Aquí te puedes llevar un kilo de tomates o un par de libros.
Cuando apenas amanece, en la Central de Abastos ya se escucha el vaivén de los diablitos cargados con bultos de jitomates, cebollas, chiles y, también, libros. Hace unos meses a algún locatario del mercado se le ocurrió que la lectura debería ser parte de la canasta básica de toda familia.
Verónica Tentle hoja un libro, 24 horas en la vida de una mujer, fundadora de la Librería Gregorio Samsa. Todo fue idea de una marchanta: «Cada que la señora pasaba por el puesto nos veía a leer», cuenta. Pecosa y de piel canela, Verónica atiende junto a sus hermanos Gregorio, Luis y Carlos, un puesto de verduras marcado con el número 73 de la nave I-J. Fue esa misma cliente, la que miraba a los hermanos leer todo el tiempo, quien decidió donar 300 libros en la Central de Abastos para comenzar con el proyecto.
No se necesitaba más. Los hermanos Tentle hicieron un espacio entre los huacales de frutas y verduras, y comenzaron a prestar libros a cualquier interesado. Decidieron bautizar a la insólita librería como Gregorio Samsa, no sólo por el personaje de Franz Kafka, sino también por Gregorio, uno de los hermanos. «Fue él quien nos inculcó el hábito de la lectura», cuenta Verónica.
Libros en la Central de Abastos
Verónica recuerda su vida entera dentro de la Central. Comenzó ayudando a sus padres, Luis Tentle y Sebastiana Ortiz, con la venta de enseres, quienes habían peregrinado por decenas de tianguis de la Ciudad de México. Don Luis comenzó en la Central de Abastos desde que esta se inauguró, primero como diablero, después como locatario. Es por eso que los hermanos Tentle, no ven su librería en otro lugar: «aquí funciona bien, la gente tiene la confianza de venir y solicitar un libro”.
Ahora, desde hace tres años, al local 73 lo conforman libreros con frutas y fruteros con libros. Otros lectores han donado ejemplares al proyecto. Debajo de una desgastada lona amarilla puede leerse el cartel Librería Gregorio Samsa, Central de Abastos. Abajo, una vieja caja de cartón que algún día albergó racimos de uvas, hoy resguarda alrededor de 100 títulos de los más de 500 que cualquier marchante puede consultar en el catálogo: «hay libros de todos los géneros, históricos, novelas, de superación personal”, dice Verónica
La librería, de acuerdo a su reglamento, funciona como un sistema de honor: no necesitas identificación, sólo apuntar tu nombre, la fecha en que te lo llevas y la fecha en que te comprometes a entregarlo –en un plazo máximo de 10 días–. No necesitas pagar nada. Pese a eso, los hermanos Tentle lamentan que sólo tres de cada 10 libros regresen. Pero esa minoría es la que los anima a seguir.
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